viernes, 3 de octubre de 2014

Franco, mi flaite de familia 1

Hola chicos del blog, aquí les va mi relato que es totalmente verídico , pase meses tratando de decidir compartirlo con uds o no , pero ahí esta Titulado "Franco,mi flaite de familia".

Y ahí estaba yo , el corazón me latía como nunca y mi subconsciente trataba de convencerme que de dijera esas simples palabras que me llevarían al éxito o al fracaso total (por así decirlo y sabiendo que nunca en mis 24 años había echo algo así)

A la Catherine y al Franco los conocí cuando entre a trabajar al restaurante hace 8 años atrás , ellos eran pololos . Con la Cati nos hicimos super amigos , y el Franco hasta ese momento era solo el pololo de mi amiga . Como a los 2 años después ella quedo embarazada y nos alejamos un par de años porque ella se dedico completamente a la crianza de su hija y perdimos contacto.

Pegado, asaltado y culiado

Todo comenzó cuando decidimos juntarnos con mi grupo de amigos en el tan famoso calamar, nosotros somos un grupo bien arribista, siempre nos ha gustado ir a buenos pub y discos, pero esta vez quisimos probar algo diferente. A decir verdad, al principio casi que estábamos con ataque, digamos que el olor a baño, la higiene y el orden del lugar es asqueroso, ni hablar del baño, que onda la indecencia del baño, hediondo, cochino y todo rayado. En fin, como era costumbre seba, pablo y yo, tomamos varias cervezas hasta que un par de mesas más allá se sentó un grupo de cuatro personas, tres minas y un flaite de esos que los vez y cruzas la calle solamente para no toparlo de frente. A decir verdad, el flaite era bien guapo, 180, moreno, corte sopaipilla con un tattoo en la nuca y unos ojos verdes que me dejaron boquiabierto.

El maestro amateur

Esto sucedió el año 2013 (historia real) por ahí en el mes de Agosto. Tengo 34 años. Resulta que trabajo en una empresa “X” y el año pasado estuvieron haciendo trabajos de reparación un maestro contratista con sus 2 asistentes. Estuvieron casi el año completo trabajando. En el mes de marzo de ese año, llegó a trabajar el hijastro del contratista, un pendejo tirao a flaite cuico, de 18 años, delgado, blanquito, no mal parecido. Cuando lo ví no lo pesque mucho, aparte que lo veía repoco. Hasta que empezamos a cruzarnos en los pasillos y a saludarnos, era un hola y un chao. Empecé a mirarlo mejor, y le encontré cosas ricas que no me había percatado de el: sus ojos, su sonrisa, sus labios carnuos, etc.