jueves, 11 de agosto de 2016

Ausencia (Segunda Parte)

"Cuando la noche su manto lóbrego
tiende en el valle y en la ciudad,
pláceme, amigo, con tus recuerdos
pasar mis horas de soledad.
Y en cada estrella que centelleante
y que en el cielo veo lucir,
parece, amigo, mirar tus ojos
que sonriéndome están a mí,
tal vez si loco, más cuán feliz."

Después de ir a jugar a la pelota nos sentábamos en las gradas a descansar, “puta que te hay puesto penca pa’ jugar”, me decía, yo le miraba el short del colo que se movía ligero con el viento de la tarde, le sonaba el celular, contestaba y desaparecía sin decirme a donde iba, yo caminaba lento por la avenida de vuelta a la casa, sentía a veces que la amistad no era tan recíproca, o era su simple forma de ser, nunca daba explicaciones por nada, todo se volvía un secreto, cuando lo veía de nuevo le preguntaba ¿Oye y pa donde te fuiste el otro día?, respondía cualquier cosa, sin grandes detalles, prendía un cigarro y de vuelta a comenzar.


Ese año me salí del colegio, había repetido dos veces y ya no tenía interés por seguir, en la casa las cosas se iban ahogando de a poco, mi mamá dando portazos y arrepintiéndose del hijo que había tenido, yo salía arrancando apenas podía, me iba temprano a webiar a cualquier parte para no escucharla tanto, tenía un amigo por Lo Hermida que vivía solo, me iba pa allá y nos fumábamos un pito en la mañana, después agarraba la micro y me iba donde el Jerson, un amigo de mi ex colegio, jugábamos play, nos tomábamos una chela, el Pato me llamaba como a las 3 para que nos juntáramos, al tiempo se hizo bien amigo del Jerson igual, siempre había sido así con el Pato, desde que éramos chicos, compartíamos casi todos los conocidos y amigos, todos pasaban, uno tras otro, quedábamos siempre los dos parados al medio del pasaje, yo nos imaginaba tomados de la mano, tomados de la mano abajo del árbol solitario de la villa, el canelo le pusimos nosotros, no sé bien porque, después averigüé que era un Belloto, estaba justo al medio de un terreno vacío, en el verano el suelo se secaba dejando la villa con un reseco deprimente, pero el canelo seguía siempre verde escondido al final de las casas, soñaba yo con las manos del Pato rodeándome la espalda, sentados bajo ese árbol, quinceañero.

La falta de rutina se volvía rutinaria, todos los días eran recorridos nuevos, callejeos interminables, el Pato hacía la cimarra y nos íbamos a la casa del Jerson o por ahí a mirar como la vida de adolescente santiaguino corría su curso, pasaron amigos nuevos, carretes incontables, peleas a mano limpia y cuchilla, las tantas veces que lo escuchaba culiarse a alguna mina en el suelo de una pieza desconocida, me mordía el antebrazo, lo miraba terco, obstinado, cada vez que lo veía con una nueva mina se me daban vuelta los parpados, lo odiaba semanas enteras, a los días me miraba fijo, lanzaba su sonrisa poderosa y me rendía a sus encantos, nadie en el mundo se podría resistir a esa sonrisa. Esos años siguieron bastante parecidos, el amor que sentía por él tenía un olor dulzón, era una fantasía larga de la que despertaba cuando se comía a alguna weona y yo me repetía “Talito weon, jamás va a pasar nada con este weón”, como el rosario, repetía 40 veces la misma frase, respiraba hondo y la vida seguía, pero para cuando vinieron los 18 las cosas empezaron a volverse pesadas, todo era más doloroso.

No sé si habrá sido un golpe de madurez, la calma o la tempestad, todavía no me lo explico bien, pero recuerdo a piel el cambio de etapa, el Pato de pronto se me fue convirtiendo en una obsesión, me enrabiaba cuando no me contaba donde andaba metido, con quien estaba, me empecé a hacer el indiferente con él para que no cachara, intentaba ver si había interés de su parte, interés en ser mi amigo, aparecía como de costumbre a golpearme la puerta, había aprendido a manejar, su papá tenía un auto blanco del año de la pera, lo sacaba y me pasaba a buscar, bajaba rápido por Las Torres, íbamos a cualquier lado, a comprar pitos, a buscar algún amigo, yo estaba trabajando y el también, nos veíamos mucho menos que cuando éramos más chicos, los fines de semana carreteábamos, con el Pato recorrí Santiago entero, el weon entre más pasaban los años se iba haciendo más amigos en todos lados, yo seguía juntándome con los mismos pelusas de siempre, con el Jerson y otros cabros, muchos de nuestros amigos de chicos le tenían mala al Pato por sobrado, eso también aumentó con los años, y no era por plata, no tenia de aonde, era simplemente un humano con mucha personalidad, sabía moverse en todos lados, salía victorioso de cualquier situación y era bonito, se empezó a tatuar los brazos, se cortaba el pelo en degradado, yo me ponía a mirarle el cuello como si estuviera viendo la mejor de las películas, los ojitos cafés que se cerraban al reírse, su espalda tierna, ancha y firme, las piernas duras de tanto pelotazo, ya no solo me lo imaginaba abrazándome bajo el árbol, a esas alturas me había corrido treinta y cinco mil pajas pensando en él, con todas las fotos que teníamos juntos, en la playa, en el pasaje, en la disco, tomando chela, en la plaza, cambiaba y cambiaba las fotos, imaginaba que el Pato entraba a mi pieza y me pillaba pajeandome con sus fotos, la historia claro terminaba con el encima haciéndome cosas mejores, ya siquiera me repetía que era imposible, quería agarrarlo y pegarle los labios pa siempre, siempre.
Supongo yo que nunca habrá sospechado nada, a veces pensaba que siempre estuvo despierto esa noche que le di el beso, no creo, me hubiese dicho o me hubiese pegado por último, que se yo, la cosa es que en aquel tiempo cada uno se puso a pololear, yo conocí a la Karina por un amigo y el andaba con la Scarlet, a veces nos topábamos los 4, la Karina me dejo al tiempo, sufrí poco, no alcancé a enamorarme de ella, iba a ser que no me podía enamorar de nadie mientras estuviera haciendo sonar los dientes por el Pato. Cierto día fuimos a un carrete en la casa del Jerson, el Pato fue con su polola, yo estuve casi toda la noche hablando con otros locos porque él estaba muy ocupado devorándole la cara a esa pobre señorita, la tenía acorralada en la esquina del living, ella no perdía el tiempo, la envidia me tenía de cabeza sirviéndome ron, pa despejarme un poco salí a comprar con el Jerson a la boti, los dos teníamos las piernas tambaleando y la cara caliente, nos reíamos de tonteras, “funa este tema, es el meo tema”, me decía el Jerson, de vuelta de la boti la cara le cambió, “Talito weon, ¿te puedo contar una cosa?”, me preocupó de una el tono de la pregunta, sabía que se veian noticias fuertes, nada bueno empieza de esa forma, le dije que sí, que me contara luego, “vo soy mi hermano Talo weon, erí el primero al que le cuento”, insistí en que la hiciera corta, quería apurarme para tener vigilado al Pato, “Talo, soy gay weon, me gustan los locos”, el Jerson me miró fijo después de darme la confesión, su cara buscaba una respuesta mía, no supe que decir, nunca sé que decir en esos momentos, yo llevaba años luchando conmigo mismo, mordiéndome el deseo, mojándome la cara con agua helada cada vez que sentía esa rabia, ese enojo, con todo el mundo, ni siquiera tenía la esperanza de poder hacer un día lo que el Jerson estaba haciendo, jamás lo hubiese sospechado de ese weon en todo caso, nunca había tenido polola, aunque uniendo algunos antecedentes quizás la cosa no era tan descabellada, tranquilo hermano, le dije, te doy todo mi apoyo, vay a seguir siendo mi amigo igual, se me retorcía la garganta, quería gritarle ¡parece que yo igual y estoy enamorado del Pato!, suspiré lento y caminamos de vuelta, el Jerson me contaba que hace poco se había aceptado y que iba a empezar a contarle a sus amigos más cercanos, me decía que había pasado por momentos tristes, que no estaba seguro al principio, yo lo escuchaba entre cortado, parecía estar hablando con mi subconsciente, quería decirle que se callara, miraba el cemento negro de los pasajes, las rejas a medio terminar, los perros oliéndose la raja, pa cuando volvimos a la casa el Pato ya no estaba en el living.
Subí rápido, intentando no levantar sospecha con la excusa de que quería mear, la puerta de la pieza estaba cerrada y aun que el reguetón pintaba la casa completa y parte del pasaje, se escuchaba igual adentro la Scarlet quejándose, sentada en el Olimpo y el Pato rugiendo a tono bajo, rápido y cortado, no sé porque esa noche la luna se me quebró, había pasado tantas veces, tantas veces lo había tenido al lado, pegado a la cabecera, lamiéndole las tetas a alguna pelá de la villa, mientras yo me hacia el dormido, mordiéndome el antebrazo de la envidia, pero esa noche había sido distinto, quería abrir la puerta de una patada, sacar a la Scarlet de las mechas y tomar su lugar, pero no podía, no me podía ni los ojos, bajé enrabiado a agarrar la botella de ron, la rabia era conmigo, las tristes rabias me iban a perseguir todas las noches de viernes, todas las mañanas de domingo si no me sacaba de adentro lo que sentía, o dejaba de pensar en el o me iba a terminar tirando de alguna pasarela de Vespucio, pero ¿Cómo?, me amarraban cadenas largas al suelo, había crecido la vida entera en donde ser gay era ser el weco, el maricon, me iban a gritar en la cancha, además tan seguro nunca había estado, era él, solo el, el Pato y su pecho amplio que podía esconderme la vida entera, era él quien me tenía caminando torpe, me preguntaba mirando el living oscuro de esa casa si valía la pena decirle al Pato que llevaba 5 años, quizás más, mirándole los bordes de la cara tan detenidamente que ya conocía cada una de sus marcas chiquititas que le habían dejado las espinillas, que cada vez que se le quedaba ropa en mi casa yo dormía abrazándola, oliendo la colonia que impregnaba toda la cama, que se me perdía el aire cuando no sabía de él, me tomé más de 4 vasos de ron al hilo, terminé tirado en la cama del Jerson, botando vapor de alcohol por todo lados, apenas podía hablar, me salió un llanto corto, mojé la almohada con unas lágrimas piñuflas, que tonto, me sentía aweonao.
El Jerson llego a acostarse como a la media hora, era su cama, los demás estaban durmiendo abajo, el Pato se había quedado raja con la mina en la otra pieza, muchos se habían ido, la casa tenía el aire encerrado, la mezcla del humo del porro, los cigarros y el vapor de los cuerpos, no podía dormirme, pensaba en los brazos del Pato, me di vuelta, el Jerson estaba dándome la espalda, de a poco me fui corriendo hacia él, me detuve, varias veces retrocedí, en un segundo me vi pegado a la espalda del Jerson, tenía el paquete punzándolo detrás, el Jerson parecía no responder, ni si quiera me lo cuestioné, tenía la cabeza inundada en ron, quería sacarme la rabia de encima, las ganas, la calentura, la envidia, empecé a moverme lento, sin pedirle permiso le bajé el pantalón con un dedo, los bóxer, el Jerson me siguió, sabía dónde íbamos a terminar, se acomodó, sin decir palabra alguna empecé a culiarmelo lento, me agarraba la espalda, me empujaba hacia él, quería que el Jerson gritara, que se escuchara en la casa entera, que el Pato supiera que me estaba culiando un weon a dos metros de él, chocábamos, tenía el pecho sudado, las manos entremedio de su cuello, me fui adentro, respirando hacia adentro, entre quejidos sordos, me di vuelta y me quede hasta las 6 mirando la pared, el Jerson tampoco dijo nada, se subió el bóxer y volvió al sueño, con el primer palmazo de sol me levanté rápido, salí de la pieza sin despertarlo, me fui a mi casa con el arrepentimiento sobre la espalda, estaba apenas amaneciendo, la gente atochaba los paraderos esperando la micro a la pega, miraba al suelo, con la vergüenza marcada en la frente, entendía muy bien lo que había hecho, el Jerson no le iba a decir a nadie probablemente, pero no estaba bien y si le contaba a alguien el Pato se iba a despegar de mí, el miedo me salía persiguiendo, apenas llegue a la casa le mandé un mensaje al Jerson desde el celular, “Jerson hermano, no le contí a nadie la volá, no sé qué me pasó, estaba muy curao”, no tuve noticias de nadie ese día, apague el celu y me tiré en el sillón toda la tarde, miraba desesperado la puerta, si alguien se atrevía a tocar lo iba a echar a patá en la raja, no quería verme ni a mí mismo, como a las 7 me llego un mensaje de vuelta, “tranqui weon”, nada más, iba a guardar el secreto, me bastaba con eso, pero sospechaba que todo se iba a volver una seguidilla penosa de cagadas.

13 comentarios:

  1. Exelente aun espero la tercera vamos admin pongale bueno

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  2. En mi caso culie hasta con el viejo que vendía cigarros afuera del liceo

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  3. Necesito leer la continuación,que pasó con el jerson?, que pasó con el pato? Weon, quede mal...

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  4. Y uno que vive exactamente la misma wea.

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  5. Oye yyyyyyy? Te estamos eperando hmn ;) jjajajsj

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  6. La cago amigo, es como recordar parte del pasado, buena

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