domingo, 11 de septiembre de 2016

Ausencia (Parte Tres)

“Yo no sé, amigo, vivir alegre
como en un tiempo que ya se fue.
Tu amor ausente me tiene triste;
nunca olvides quien te quiso bien.
Si acaso olvidas a quien te adora,
a quien un día el alma te dio,
mañana acaso, lánguida y mustia,
sobre su tallo muera una flor
y su perfume no vuelva, no.”

El paquete del Pato campaneaba bajo el short del colo, yo lo miraba desde lejos sentado en las gradas, a la izquierda estaba la Scarlet y a mi derecha el Jerson, habían amigos, algunas familias, era la final de un campeonato de baby, la cancha se llenaba desde afuera con espectadores, antes de los 25 minutos de partido unos locos empezaron a pelear, como es típico en esos casos nunca se entiende muy bien quien es enemigo de quien, se veían patadas al aire y combos sin dirección, me paré rápido buscando al Pato con la mirada, estaba entremedio, entre peleando, entre intentando separar, me acerqué un poco, sin aviso le llego un botellazo en plena cara, al suelo se fue mi muchacho, corrí, antes de que su polola se parara, antes de que cualquier weon pudiera volver a tocarlo, corrí, lo saqué rápido de entremedio del conflicto, con el Jerson lo ayudamos a sentarse en las gradas, estaba aturdido, ¡Pato weon, Pato culiao mírame!, le corría la sangre del cuello, de la mollera, la polera roja no dejaba distinguir la sangre pero a vuelo de pájaro me atrevo a decir que era un rio, mis ojos preocupados lo exageraban, no me interesaba cobrar venganza contra los culiaos que le pegaron, ellos seguían en su pelea de multicancha, lo subimos a una micro y nos fuimos directo a la posta, en el trayecto el Pato volvió, le volvía de a poco el color a los labios, le pusieron un par de puntos, tenía unos tajos en la cabeza, el golpe lo había aturdido pero según el doctor no era nada tan grave, ¿Cómo que nada grave?, para mí era el apocalipsis, le habían pegado al weon que amaba, al weon que me robaba las horas de la noche, el Jerson y la Scarlet nos apañaron todo el rato, al final nos separamos, me lo llevé caminando por Las Torres arriba hasta llegar a la casa, “Bacteria, puta que eris bacán conmigo, yo soy tan maricon a veces, te quiero Talito weon”, me decía mientras me ponía una mano compañera en el hombro, yo le sonreía mirando al suelo, me ponía torpe a su lado, se me enredaban las palabras, se me nublaban los ojos, las piernas me tiritaban, y mientras más pasaba el tiempo los síntomas crecían.

El Pato se chantó esos fines de semana, prefería estar con la polola, yo salía a carretear igual, con el Jerson, en las tardes también me juntaba con él, no hablamos sobre lo que había pasado esa noche en su pieza, ni uno de los dos nombró la escena, me sentía cómodo haciendo como si nunca hubiese pasado, y los días seguían, meses después, cayó una noche de sábado, fuimos a Macul con el Jerson a un carrete de un amigo que no veíamos hace tiempo, el Pato no nos quiso acompañar porque tenía que trabajar temprano, la noche fue una típica noche de bacile, el departamento chiquitito relleno de humo denso, el espejo húmedo del baño, me miraba cuando entraba, pensaba en el Pato a lo lejos, supiera este weon que me culié al Jerson la otra vez, pensaba y me reía, volvía a salir al living oscuro, estaban casi todos en los sillones y unas locas hablaban en la puerta, el dueño de casa empezó a hablar de weás que poco importaban, rencores antiguos, con el Jerson nos picamos rápido, nunca he sido bueno pa’ peliar, prefiero no pescar un picao a choro, menos si están curaos, vámonos pa mi casa, me dijo el Jerson, salimos sin despedirnos, bajando la escalera me mostró una botella de ron que había guardado entremedio de la chaqueta, se la había sacado al weon de la casa, por embarao culiao, caminamos largas cuadras, avenidas anchas y pasajes de laucha, abrimos el ron pa’ pasar el frio a mitad de camino, quedaba harto pa’ llegar y ni pensar en la micro de turno porque eran las 5 recién, cuando llegamos a la casa el cuero no me daba más, se me doblaban las rodillas solas y ya estaba empezando a ponerme lento de cerebro, la había pasado mejor en el camino que en el carrete, hablamos de un montón de weas con el Jerson, nos acordamos de uno que otro personaje, uno que otro condoro, pero nunca llegamos a hablar de la noche en su casa, entramos sin meter ruido y nos fuimos directo a su pieza, tenía la sospecha desde que empezamos a caminar que íbamos a terminar de nuevo en lo mismo, el copete apremia y la cama lo permitía, sin hablar nada volví a bajarle los pantalones, a sacarle los bóxer con su permiso silencioso, el Jerson tomó más poder, me empujó y me puso boca arriba, jamás me lo habían chupado de esa forma, bruta y rápida, éramos dos amigos culiando, dos amigos que se conocían de hace tiempo, ¿sería igual si culiara con el Pato?, me preguntaba, ¿iré a sentir lo mismo?, gran complicidad, a una mina tenís que guiarla, pedirle, demandar, ponte así, chupala más rápido, ábrete más, pero el Jerson sabía bien que tenía que hacer, como tenía que hacerlo, cuando empezar y donde detenerse, se adelantaba, sin mucha voltereta lo agarré e hice que apretara las piernas contra mí, terminamos mirando al techo suspirando profundo, en la mañana volví a irme temprano, la historia se iba a repetir muchas veces.

Los meses trajeron pena, andaba moribundo caminando por los pasajes, poco y nada hacía en los días, me habían echado de algunas pegas, fumaba y fumaba, mi mamá gritándole a las paredes, yo comía poco, alargaba los callejeos con tal de no volver luego a la casa, desaparecía los fines de semana enteros, el Pato aparecía vez en vez por mi puerta a invitarme un porro, ya no me alegraba verlo, me dejaba con un vacío debajo de los pulmones, un sabor a agua envenenada, su sonrisa cautivante, serpiente, víbora de cascabel, me engatuzai y desaparecí, hijo del diablo, me desordenaba el pensamiento, quería decirle que nunca volviera a invitarme un porro, no me atrevía, lo quería al lado, pegando su brazo con el mío en la banca de la plaza, empecé a juntarme con unos weones, a veces me iba a comprar unas clonas, las pasaba con un jugo, caminaba arrastrando los pies por la villa, desorbitado, a medio morir, quedaba volado como chancho en pastillas, despabilaba a las horas sin acordarme de mucho, a veces tirado en mi pieza sin tener ni una imagen guardada del regreso hasta ahí, un día fui a parar en ese estado a la casa del Jerson, no hay mucha explicación, los pies me llevaron solos, era una tarde penosa, cuando reaccioné estaba tirado en su cama sin la polera y con el cinturón a medio abrochar, el Jerson apareció y me dijo que tenía que irme, su cara delataba un enojo tristón, nunca lo había visto así, ¿Qué pasó weon, que hice, dije algo malo?, no me quiso contestar, dijo que mejor hablábamos otro día.

Con la cabeza rebotando en las paredes me devolví a la casa, que mierda habría pasado no tenía perra idea, necesitaba acordarme, por más que intentara no volvía ni una imagen, ni una frase, ni un olor, tenía las horas perdidas, las horas borradas de la memoria, dormí casi 14 horas, cuando me levanté lo primero que hice fue llamar al Jerson, no me contestó, fui a su casa y no salió nadie, a los días me lo encontré en la calle, de frente, no tenía pa donde arrancarse, hermano, Jerson, me podi contar que wea paso el otro día en tu casa, el Jerson me dijo que había llegado loco, lo agarré y lo tiré a la cama, le dije que me culiara, que me diera fuerte, que no me importaba, el me hizo caso, con ganas, la idea no le molestaba, pero no pudo hacerlo bien, cuando lo metió me puse a gritar del dolor y le dije que no quería más, entonces lo puse frente al velador y le apreté el cuello, el Jerson me daba detalles de cómo se lo había puesto con tono violento, lo apreté, le pegue en la espalda, le mordí los hombros, le dije Pato, te amo Pato, me encantai Pato culiao, el escuchó claro, se separó de mí y me dejó tirado en la cama, pestañeando a penas, pa’ cuando desperté ya no me acordaba, “te gusta el Pato weon, me dijiste Pato mientras me culiabai, dijiste que te encantaba, yo no le voy a decir nada Talo, no te preocupí, sabí que no soy un weon sapo o si no ya hace rato todos sabrían que me culiai cuando andamos curaos, pero no puedo ser el weon que te pescai cuando no te podí aguantar más la calentura, la calentura por el Pato, siempre caché que lo mirabai con ojitos de deseo pero pensé que eran tonteras mías, tenís que sacarte esa weá de adentro Talo weon o si no vay a terminar pa la cagá”, el Jerson me dio su sabio consejo, dio media vuelta y se perdió entre Los Cerezos.

La cara se me hizo un desierto terrible, el cuerpo se me secó, polvo, tamarugales resecos, piedras y piedras, no valía la pena, me eché a llorar en la pieza una semana, era un maricon culiao, un maricon, estaba enamorado de mi mejor amigo, del pendejo culiao con el que me sentaba en el árbol de la villa a comer peta zetas, pero por miedo inexplicable no me atrevía a decirle, jamás me iba a rozar un dedo sobre la espalda, jamás, y por rabia, por desquite me estaba culiando a punta de frustración a un buen amigo, los iba a perder a los dos, a todos, a mí mismo, me iba a perder en el desierto negro de mi cuerpo. Conté seis días, seis noches, encerrado en la pieza, tragando plaquetas de pastillas, apurando la locura, apurando la muerte, sonó el celular, el Pato estaba detenido, lo habían pillado robando en la pega, estaba en un cuartucho esperando a que llegaran los pacos, sabía que iba a tener que dormir en la comisaria, me pidió que le llevara pan, un jugo y alguna wea pa abrigarse, no hice muchas preguntas, agarré lo que pedía y tomé la micro.

Mientras iba sentado en los últimos asientos de la 508 pensaba en todos los tristes días en que me había mordido los labios con rabia por alguna traición del Pato, o por su olvido, el weon desde siempre había sido un maricon, con sus amigos, conmigo, con todo el mundo, fácil se le olvidaban las promesas, la lealtad era una palabra extranjera para él, y yo ahí, sentado en los últimos asientos de la 508, de camino a ayudarlo, de camino a la pega donde lo tenían retenido, como siempre limpiándole el rastro de cagadas que iba dejando, preocupándome por él, no vale la pena Talito, pa cuando llegue al edificio los guardias me dijeron que los pacos se lo habían llevado hace como 20 minutos, me dijeron donde quedaba la comisaria, allá lo iba a encontrar, partí, espere harto rato a que me dejaran pasarle las cosas, tenía que llevarme su mochila, me hicieron entrar a una sala desde donde se veían los calabozos, estaba sentado en un largo filón de cemento pintado que hacía de cama a un par de detenidos, eran las 6 de la tarde, recién a las 9 de la mañana del día siguiente iba a ser pasado a control de detención, le esperaba larga noche, “vale Talito weon”, fue lo poco que le escuché decir, se estaba robando un notebook de la pega, el jefe se dio cuenta que había sido él y le dijo a los guardias que lo agarraran pa entregarlo a los pacos, le pasé la frazada, la comida y me fui.
Esa noche pensé harto en nuestra historia, como los años nos habían apaleado, como nos íbamos volviendo pálidos, caras tristes en la villa, lejos estaban los sueños de los que hablamos alguna tarde fumando en la banca de la plaza, su personalidad demandante, comandante, feroz y altanera, acostumbrado desde chico a salirse con la suya, nadie le paraba los carros, ese era su problema, nunca nadie le había parado la mano, todo pasaba, yo era culpable, siempre le deje pasar todo, los enojos me duraban un día, dos días, día y medio, otra vez me quedaba dormido pensando en él. En la mañana me despertó de un wate en la frente, la puerta estaba abierta, se tiró al lado mío en la cama, había vuelto, tenía las zapatillas sin cordones y unas oscuras ojeras, el pelo desordenado, “pasé a comprar unos pitos, Talo, después de la wea del tribunal pasé a comprar unos pitos, toy cagao de sueño, no dormí ni una wea en la comi, habían unos weones de aquí de Peñalolén, cachaban al Tenene y al Pato chico, me puse a conversar con ellos, me dejaron sin nada en el tribunal porque tenía todo al día, suspensión condicional, quedé sin pega sipo, viejo culiao me cacho por las cámaras que yo me había guardao el notebook culiao”, me contaba mientras prendía el pito, después se comió un pan y se quedó dormido al lado mío, lo miré largo rato, como pieza de museo, los pequeños pelos que crecían lentos en el mentón, la punta de la nariz, sus pestañas tiesas, la polera que se le pegaba a las costillas, quería volver a sentirle los labios y que no se diera cuenta, durmió toda la tarde y después se fue, sin volver a dar las gracias.

La mente se me enredaba, quería dejar de pensarlo y no podía, dormí sintiendo su olor, su pasoso olor que recorría la cama, al otro día salí a callejear temprano pa arrancar de la casa y me lo topé más abajo por San Luis, andaba con el Jerson, se me entumeció la mitad de la cara, el miedo me rondaba, el Jerson se podía ir de hocico y contarle, contarle todo, apuré el paso pa interrumpir la conversación, nos saludamos, andaban buscando a un primo del Jerson que estaba vendiendo una moto, el Pato quería comprársela, tenía una plata guardada, la fuimos a ver, súbete, me dijo, “súbete po bacteria, vamo a probarla”, me agarré de los lados y partió sin aviso, dimos varias vueltas por las calles de la villa, sin mucho tramite le pasó la plata al loco y se llevó la moto, el Jerson me miraba con tono acusador, con una extraña compasión, le daba lastima mi cara, los años que llevaba mirando de reojo a mi mejor amigo, los años que llevaba guardándome las ganas de besarle el cuello, yo lo único que quería era que se quedara callado, no iba a volver a tocarlo, no se iban a repetir nuestros toqueteos curados en su pieza, pero tenía que guardar silencio sagrado, o si no era capaz de reventarle la casa.

Esas semanas los días florecieron distintos, el lunes me despertó con el ruido de la moto, me fue a buscar temprano, quería ir a dar una vuelta, tenía la cara con el sol encima, brillando con una cálida sonrisa, pasamos a comprar unos pitos y nos fuimos al rio, conversamos harto rato, me contó que había terminado con la Scarlet hacía ya casi un mes, claro me había extrañado no haberla visto, pero como el Pato no era un hombre de detalles yo prefería no preguntar, miraba hacia abajo del canal relajado, un poco más libre, sentía que alguna pared se había derrumbado entre nosotros, hace años que no sentía esa linda conexión con ese ser humano, nos reímos de muchas tonteras, tonteras que no nos decíamos hace bastante tiempo, después de esa tarde nos fuimos a la casa, al otro día fui a buscar pega y dejé el celular en la casa, cuando llegué me di cuenta que tenía 14 llamadas perdidas de su número, lo fui a ver, ¿pa que me estabai llamando tanto Pato?, me dijo que estaba aburrido, quería salir un rato, como había quedado sin pega quería aprovechar los días libres antes de encontrar otra, jamás me había llamado tanto, el Pato nunca insiste, es el mundo detrás de él, me parecía sospechosa la situación, salimos a fumarnos un cigarro a la plaza pa pasar la tarde, caminamos por la villa y después nos entramos, los días siguientes el sol estaba más presente que nunca, el plomo pavimento se entibiaba y los arboles daban otro color, apareció un par de mañanas con chelas, un día nos quedamos toda la tarde tomando en mi casa, solo los dos, nos pusimos a jugar play, me asustaba su alegría desbordada, me buscaba pa’ conversar, lo llamaban y decía que no podía salir, que estaba ocupado, volvía a amarlo con ternura infantil, me estaba poniendo atención, en algún momento pensé que toda su buena onda era por los últimos favores que le había hecho, haberlo ayudado cuando le pegaron, haberle llevado frazadas, quizás se había pegado la ascurria de que se le olvidaba con frecuencia dar las gracias, que se le olvidaba seguido que yo siempre lo iba a apañar, que probablemente era el único amigo de verdad que le quedaba entre estos pasajes, en la comuna, en el país, probablemente.

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