lunes, 31 de agosto de 2015

Mi Amigo el Milico


Este es mi primer aporte al Blog, y nada, les contaré una historia que me pasó hace muy poco (1 mes atrás). Corría el año 2008 y con unas amigas siempre nos joteábamos minos por Fotolog (yo con mi Fotolog normal, los agregaba a los Famosos F/F). Un día, no recuerdo como, empecé a hablar con Matías, que en ese momento estaba terminando su Servicio Militar y se alistaba para entrar al Ejército, específicamente a ser Boina Negra (Ni idea como se llama la Escuela o Regimiento). El tema es que siempre hubo muy buena onda, hasta que nos juntamos una tarde (Ese mismo año)... No pasó nada, fuimos al Centro, almorzamos, caminamos y bla bla bla... Lo que si destaco es que nunca perdí el contacto con el. Pasaron los años y nuestra amistad continuó (aunque yo le tenía ganas eternas), pero me contó que iba a ser papá. Hablando después de un rato me contó que se retiraría de la milicia porque se aburrió, y se volveria a su ciudad natal (La Serena). Antes de eso, nos juntamos en mi Depto en el año 2013... Yo con toda la esperanza de que en volá de copete pudiese pasar algo. Matías es como mi mino ideal, macho full, 1,85, buen cuerpo, simpático, y muy protector... Ah y lo más importante, hetero. Esa noche fumamos unos caños y tomamos unas chelas. Cuento corto lo invité a dormir en mi cama (haciéndome el volao) y no accedió, prefirió dormir en el sillón. Luego de ese fatal episodio perdí toda esperanza de tirarme a Matías, hasta que, hace poco, me fui de vacaciones de Invierno a La Serena. Le hablé pocos días antes de mi viaje por Whatsapp y coordinamos una junta, una previa y un carrete, todo en el depto. de un amigo donde yo me estaba alojando. Llegó el día, después de no haberlo visto por 2 años, el wn me fascinó más todavía, todo arregladito, perfumado, rico, varonil y muy caballero. A mi amigo que también es gay le encantó jajajajaja, pero sabía que ese pez gordo era mío. Era mi noche, debía darlo todo, hacer un trabajo de joyería para que después de 7 años pudiese darme el placer de comerme a Matías. Tomamos mucho en la previa, nos subimos a su auto, yo de copiloto camino a la disco en La Serena le tocaba su barba, lo abrazaba, y el se dejaba, mientras mi amigo me miraba con una cara queriéndome decir "que puta eres" XD. En la disco todos lo miraban, era su primera vez en un antro gay... Muy caballero me pagó mi entrada (aunque yo llevaba mi dinero) y me compró un trago a elección, ni se imaginan las caras de los colas cuando bailaba conmigo XD... Para resumir, esa noche fue espectacular, Matías nunca me soltó la mano ni me dejó solo, muy preocupado de mi y que no me fuese a curar. Terminó la disco y haríamos after en el depto. de mi amigo, así que Matías aceptó ir. Llegamos, seguimos tomando (ya estabamos todos casi listos) y le hago un "cambio de luces a mi amigo" (previamente acordado para que se fuese a acostar, antes de que se me escapara mi presa) y accedió. Quedé solo con Matías en el living y comencé a abrazarlo, le dije que tenía buen cuerpo y que era el hombre ideal para todo gay. Me contó que estaba marcando los oblicuos y le dije "a ver, quiero ver y tocar"... Se subío la polera y le empecé a tocar su definido abdomen, y patudamente le abrí el cinturón, lentamente, y en la volá del copete y calentura, llegué a su boxer, y se lo empecé a chupar ahí mismo. Era enorme, calculo que tiene sus 21 cms... Luego de unos minutos de chuparselo, le dije que nos fueramos a mi dormitorio (yo quería algo más) y nos acostamos. Seguí chupándoselo hasta cuando me dijo "Nunca he hecho esto antes, y lo hago contigo porque eres mi amigo"... Sin darle mucha importancia a lo que me decía, en una me pregunta "Quieres que te lo ponga?" A lo que respondí que sí, así que solito fui a buscar un condón y se lo pasé. Se lo puso, me agarró, me dio vuelta, me tiró un escupo y empezó a montarme en 4... Esa cama sonaba tanto, pero más sonaban los gemidos de el, disfrutaba pegandome nalgadas... Uffff, yo disfrutando como loco. Luego de varias montadas en esa y otras poses, terminamos patitas al hombro. Cabe destacar que Matías nunca me intentó tocar nada, sólo se limitaba a ponerlo, y sólo pude robarle un besito. Luego de acabar y sacar el condón, le vino (como yo lo defino) el síndrome del "Hetero arrepentido", aquel síndrome que les da a los heteros después de haberse pescado a un gay y quieren salir arrancando del lugar en donde están. Pero yo no quería que se fuera, quería más, así que lo contuve un poco y el seguía duro, todo un semental. Se lo volví a chupar pero esta vez hasta mi garganta, y le dije que me cumpliera una fantasía, que era moquearme la garganta, así que accedió... Después de unos 10 minutos de penetrarme la garganta, se fue cortado por segunda vez, y me echó toda su leche directo en mi garganta, sin espacio para ahogos o reflujos... La sensación fue exquisita, demasiado rica. Luego se vistió y se fue, me tiré en la cama y dije "Valió la pena la espera de 7 años" jajajajja... Así que como moraleja chicos, el que la sigue, LA CONSIGUE.

25 comentarios:

  1. no te compro esa pescá, teni cualquer imaginación si wn

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  2. In creíble!!!, es decir para nada creíble, muy básica, como guión de video porno chanta, la típica fantasía con el super mino hétero que sin mediar nada termina teniendo sexo con otro hombre... mucho video porno!!!

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  3. que buen relato te mandaste pos hombre =D

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  4. Poco nítido tu relato zii, a todos los fletos les pasa lo mismo llega el qlio heterosexuales y termina folllandolos, que risa hermano

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  5. Tampoco te creí mucho, pero es verdad eso del "hetero arrepentido"

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  6. Uno siempre espera que los relatos aparezcan todos los dias a las 6 de la tarde, no piensa en que detras hay una persona que tiene sus problemas y que no recibe ni uno por mantener vigente este blog. Saludos Esteban.

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  7. ESTEBAN TU BLOG VA A MORIR?

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  8. esteban podrias ganar plata con tu blog publicitando articulos sexshop por ejemplo wn

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  9. nunca le pusiste chat a esta wea

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  10. 7 años por un polvo too much

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  11. La pequeña perra (1a parte)
    Hola. Mi nombre es Kellan, tengo 24 años y soy macho. Vivo en una ciudad universitaria donde anda un montón de maricones caminando por ahí. Maricones inconformistas, pequeños, con sus jeans ajustados de diseño, con sus cortes de pelo de homosexuales, beben su café como las viejas.
    En mi restaurante favorito trabajaba un maricón que piensa realmente que es una mina.
    Tengo ganas de someter a esa mierda cada vez que lo veo. Pequeño hijo de puta, perra apestosa.
    La primera vez que tomó mi pedido me trajo el sándwich equivocado, así que le tiré su wea en la cara y lo llamé puta. Su jefa Marcela me tranquilizó y me dio el sándwich de forma gratuita y regañó a la pequeña puta. La callampa se me puso dura como roca cuando unas lágrimas se formaron en sus ojos. Me comí mi sándwich y me fui. Pensé en él durante un par de días, lo imaginaba llorando mientras se ahogaba con mi pichula, pero me resistí a la tentación de masturbarme. Yo no soy un maricón. Fue agradable, sin embargo, pensar en sus pequeños labios rosa de perra envueltos alrededor de la cabeza de mi tula palpitante. Decidí hacer otra visita 3 días después. Esta vez él no estaba entre los que atendían, me fui enseguida. Al ir saliendo del local lo sorprendí mirándome con pánico mientras preparaba sándwiches en la parte posterior. Sonreí mi más malvada sonrisa y asentí con la cabeza hacia él. Te voy a hacer chuparme la corneta, perra, pensé. Ya podía sentir sus meneos al rasgarle los jeans y sacar ese culo apretado fuera para rompérselo.
    Quiero hacerle llorar, hacerle daño. Yo voy a hacer que odie el pico, pensé.
    Al día siguiente, él no estaba allí. Volví 5 días después y él no se presentó. El pequeño maricón debió dejar de trabajar. ¡Qué mierda! Sentí una oleada de orgullo al saber que asusté a otro pequeño homo.
    Unas semanas más tarde lo vi caminando con una mina gorda en una calle principal. La grasosa entró en un edificio de departamentos después de abrazarlo y él se marchó. Lo seguí. Terminó en otro edificio no muy lejos y entró. Me estacioné, me acerqué a la puerta y llamé, esperando que él viviera solo. Abrió. Su mirada de terror mientras me cerró la puerta en la cara me volvió loco de placer. Llamé de nuevo y él amenazó que llamaría a los pacos si no me iba con la voz femenina amortiguada por la puerta entre nosotros. Entonces traté de calmarlo. Le dije que estaba aquí para pedir disculpas y le rogué que me dejara entrar. Yo estaba enfurecido por tener que ser amable, pero no había otra manera, él estaba solo y yo no lograría reventar su pequeño culo maricón sin este truco. Fui lo suficientemente convincente para que él echara una mirada por la ventanilla junto a la puerta. Sonreí mi sonrisa más juvenil y sexy y escuché el clic de desbloqueo…

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  12. Josué y Esteban
    Josué se estaba culiando sensualmente a Esteban, cuando de repente Esteban se emocionó.
    -¿Qué pasa, bebé? ¿Te estoy haciendo daño?- Josué estaba preocupado.
    -No, papi. Tú no me haces daño. Se siente increíble. Es sólo... Es sólo que, cuando hacemos el amor así, siento como que quiero que me dejes embarazada. Te amo tanto que quiero tener a tus bebés, y no puedo.
    Josué acarició el rostro de Esteban.
    -Pobrecito, auugh!. Sabes que me gustaría poder dejarte embarazada también. Estoy tratando con todas mis fuerzas ahí abajo! Es frustrante para mí también no ser capaz de dejarte embarazada. Siempre me ha gustado hacer eso y era tan bueno en eso. Usted sabe que yo tengo nueve hijos. Incluso tengo mi última esposa embarazada mientras ella estaba con la píldora. Parece una locura, lo sé. Te quiero y sé que me amas también. Te amo tanto. Daría mi vida por ti. Me hace tan feliz saber que quieres tener mis bebés.
    Josué le dio un beso y le hizo el amor, asegurándose de acabar adentro tres veces sin sacarla. Ese chico tenía un poder sobre él. Era tan vulnerable y adorable. Era casi como una niña, sus instintos femeninos eran tan fuertes. Un muchacho virgen, que sólo una vez antes había experimentado el sexo al ser penetrado y los únicos orgasmos que había tenido eran los que le había dado Josué, y ahora el instinto de ser preñado era tan intenso que preocupaba a su macho. Josué fue criado para odiar a los maricones y, sin embargo, ahora estaba más enamorado de este chico de lo que nunca había estado de nadie. Fin.

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  13. El buzo pitillo (1a parte)
    Hola, mi nombre es Javier, tengo 23 años, soy casado, y el siguiente relato es real.
    Trabajo de aprendiz en un taller mecánico. El trabajo no está mal, me permite pagar mis gastos y el dividendo a medias con mi mujer.
    Mi jefe es un tipo asqueroso, es el típico baboso que siempre está diciendo “qué rica la mina que trajo ese auto, le chuparía el sapo; si no la mato, la dejo tonta”, etc.
    Un día, al terminar la jornada, a las 20:00 horas, entré al vestuario para cambiarme y allí estaba él, desnudo, un hombre grande, moreno, bastante musculoso y de espalda ancha. Al verme se volvió completamente, quedando de frente hacia mí y ofreciéndome un espectáculo que nunca podré olvidar en todo el resto de mi vida. Lo que yo vi en ese momento me aturdió: allí, frente a mí, colgando, una verga monstruosa. Yo sin querer me quedé clavado mirando, no podía quitarle la vista a esa pichula. No lo podía creer, era muy grande y gruesa, una pichula descomunal, como 4 veces la mía, algo fuera de lo normal.
    – ¿Te gusta? –me dijo.
    – No –le contesté– pero que me sorprende, ya que es demasiado grande.
    – Hace mucho tiempo que no pasa nada con mi mujer, porque ella está cansada de que le haga daño– me dijo.
    No exagero y es real, le media 26x7 fácilmente.
    – ¿No serás gay –me dijo– porque me la mirabas con ganas, wn.
    – No –le dije– tengo mujer y una hija y no soy gay, pero sí bisexual.
    – Es lo mismo –me dijo– y la miraste con ganas, wn. Yo no dije nada y me empecé a desnudar para cambiarme. Entonces vino por detrás, me sujetó por la cintura y empezó a restregármela por el culo. Yo me retiré. No me molestaba la situación, pero no sabía si quedaba alguien (trabajamos 10 hombres en el taller).
    – ¡Cuidado, –le dije– puede venir alguien! Entonces se puso una toalla y salió. Enseguida escuché cómo bajaba la cortina metálica. Después volvió a los vestuarios.
    – Ya no hay problema –me dijo– estamos solos.
    – ¿Ud. es gay? –le pregunté.
    – No –me contestó– soy bien macho, pero la situación me calienta y ando acumulao.
    Entonces se quitó la toalla y quedé más sorprendido aún, el tipo ahora estaba excitado y tenía una tula tiesa que daba miedo, apuntando hacia mí, mirándome amenazadora con su único ojo, como si tuviera vida propia.
    – Desnúdate entero –me dijo.
    – No –le dije– esto no está bien. Hace más de cinco años que no estoy con un hombre y mi mujer no sabe que me gusta. Así que mejor no quiero hacerlo.
    – Desnúdate –repitió.
    – No. Tiene un pico demasiado grande y no me va a entrar.
    – Me calentaste cabrito y no me podí dejar así.
    – Si quiere le hago una paja y quedamos tan amigos.
    – No, de aquí te vai a ir bien culiao.
    – Ni cagando –le dije.
    Entonces empezó a ponerse un poco dominante.
    – Si no empezai a chuparla en este momento te voy a despedir –dijo– y además voy a correr la voz de que te despedí por acosarme, que eri maricón y que me acosaste en las duchas.
    – No puede ser tan hijo de puta –le dije, y él se mató de la risa. Me senté en el banco, él se acercó, me la puso delante de la cara.
    – Empieza a chupar –ordenó. Me agarró la cabeza y me la llevó hacía su pichula. Yo lo pensé un momento y me decidí, la tomé tiernamente con las dos manos, le di un beso y empecé a lamérsela, la rodeaba con la lengua, la rozaba con mis labios, la olía y después me metía en la boca la punta de su capullo, pero no me entraba entera.
    – La chupai rico, maraco –me decía mientras se la mamaba– Cómetela toa, cochino culiao. Así, putita. Es toa tuya. Dale besitos, así, ahhh. Mira hacia mí y no cierres los ojos, maraco. Quiero ver que estai haciendo todo lo posible para complacerme.
    Yo, la verdad, me empecé a calentar como un perro y se me paró.
    – Weco culiao, te calentai chupándosela a otro wn –me dijo y me agarró por detrás y me tiró boca abajo encima de la mesa donde a veces almorzábamos. Temblé de pavor, ese desalmado me iba a desgarrar; me tomó del pelo, me enganchó por el cuello, yo no podía ni moverme.
    – Tai rico, ctm. Ahora te voi a partir ese culito rico y te voi a llenar de moco, mariconcito –me dijo.

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  14. El buzo pitillo (2ª parte)

    Entonces me dio un par de patadas en el interior de las piernas para que las abriera, se escupió en la mano y me untó su saliva en el ano.
    Como dije, hacía más de cinco años que yo no tenía relaciones con un hombre, por lo que tenía el culo totalmente cerrado.
    Mi jefe apoyó la cabeza de su tula en la entrada y empezó a empujar. Yo no pude evitar gritar y él, mientras más yo gritaba, más empujaba. Entonces noté cómo me rompía el culo, literalmente, noté cómo se me rajaba al entrar ese tronco grueso y duro. Según me iba entrando, me flojearon las piernas, me desvanecí y me caí hacia atrás, metiéndomela entera de un golpe. Yo estaba apoyado contra la mesa y sujeto en el aire por el pico de este señor clavado en mi culo. Me puse a gritar y a llorar de dolor. Luego él empezó a darme palmetazos en el culo.
    – Fleto ctm, casi me la quebraste cuando te desmayaste –me dijo.
    Después me apretó el culo con sus manos enormes y ásperas. Enseguida me abrió los cachetes y empezó a penetrarme como una bestia salvaje. Me daba embestidas muy fuertes, diciéndome que me relajara y dejara de gritar. Yo sólo gritaba que me la sacara. Pero él no escuchaba razones y seguía partiéndome, decía que en un rato se me pasaría, que con su mujer le había pasado lo mismo. Yo intentaba escapar pero no podía, tenía los pies colgando y al tipo agarrando mi poto con sus manos, culiándome como un animal. Entonces me relajé un poco porque ya no podía retorcerme más. Él me soltó el culo y con sus manos me sujetó con firmeza de los hombros, obligándome a arquear la espalda mientras me la clavaba hasta el fondo.
    Estuvo un buen rato follándome como poseído.
    En un momento se quedó quieto, con toda toda su pichula metida en mi interior. Después comenzó a menearse lento. Yo paré de gritar para preguntarle cuánto le quedaba. Me dijo que tenía un problema, que le costaba mucho acabar y por eso su mujer no quería tirar con él, porque ella se iba y él continuaba dándole y le rompía el chico.
    Intenté relajarme y disfrutar, pero no podía, me dolía demasiado.
    El tipo después empezó a moverse rápido y duro durante un buen rato, parecía una máquina. Luego se puso a susurrarme cosas sucias al oído mientras me lengüeteaba el cuello y me destrozaba el culo sin piedad.
    – Weco culiao, tení rico el culo. ¿No te gusta el pico? Ahora eri mi perra. Este potito ahora es mío.
    De pronto se cansó de la postura y me la sacó de un golpe. Fue como si me sacaran un palo del culo, literalmente, me soltó y me quedé tirado boca abajo en la mesa con una sensación de vacío en el recto y ganas de cagar. Pensaba que había acabado, pero no.

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  15. El buzo pitillo (3ª parte)

    El tipo se agarró la tula, se la lavó en el lavatorio que utilizábamos para lavarnos las manos. Se acercó a mí con la pichula más tiesa que antes y me agarró la cabeza.
    – Abre la boca –dijo.
    Qué wea, pensé yo, voy a disfrutar el momento, y comencé a ponerle talento, a ver si se iba cortado ya. A los diez minutos me dolían las mandíbulas, porque no me entraba toda en la boca. En un momento sentí que ya no podía controlar mi estómago, di marcha atrás y tomé un par de respiraciones profundas, e inmediatamente volví a su tula. Pedí disculpas, por supuesto, y seguí chupando con más ganas, porque lo que él quería era profundidad y velocidad, pero llegó un momento en que no pude más y paré.
    – ¿Y, ya estás mejor? –me dijo.
    – Sí, –le dije– es un maldito.
    – Colócate boca arriba –me ordenó. Yo me puse boca arriba, me levantó las piernas, las puso en sus hombros y me dijo que me relajara para no hacerme daño, que me iba a culiar otra vez. Apoyó su tula en mi agujero y empezó a presionar. Como todavía no entraba bien, empujó de un golpe y me la clavó entera, yo me mordí los labios para no gritar.
    El tipo continuó culiándome duro, me la sacaba casi entera y me la volvía a meter hasta donde entraba, sabía lo que hacía. Casi otros diez minutos, y el tipo seguía sin correrse. Entonces la sacó y se colocó echado hacia atrás en el banco donde nos cambiábamos.
    – Levántate –me dijo.

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  16. El buzo pitillo (4ª parte)

    Yo me levanté, casi no podía ni andar, y me acerqué.
    – Siéntate –me dijo señalándome su pico con la mirada.
    Me subí encima de él tomándolo por los hombros y le rodee con mis piernas. Él me levantó el culo con una de sus manos y con la otra cogió su pichula y buscó mi ano, la apoyó y luego me soltó y me dejo caer. Noté cómo me entraba entera muy despacio mientras me sentaba en sus muslos con el peso de mi cuerpo.
    – Ahhh, así. Siéntate no más. Mátate tú solita, putita. Ahhh, que rico ctm –decía. Me ordenó que empezara a moverme y me la metiera toda. Yo lo sujeté firme de sus hombros y en cuclillas, sentado encima de él, con el pedazo de verga clavada, intenté moverme arriba y abajo con mucho esfuerzo. Empecé poco a poco y luego más rápido; cuando me cansaba, él me tomaba del culo y me ayudaba a subir y bajar. Después de unos momentos yo llevaba el ritmo. En esa posición pude ver en su cara y sus ojos toda la satisfacción, el placer que yo le estaba entregando con mi culo y sentí un poder enorme, yo la llevaba en ese momento, y cada vez que yo apretaba el culo lo llevaba al cielo. Entonces empecé a disfrutar.
    Cuando llevábamos unos diez minutos así no aguanté más y acabé encima de su guata mientras él me apretaba el culo con sus manos y me la clavaba hasta el fondo.
    Me levanté, me hinqué ante él y empecé a mamar esa media callampa. Mi boca apenas podía abarcar toda esa enormidad, cada empujón de su tula me hacía sentir arcadas y casi me ahogaba. A pesar de eso, yo se la seguía chupando y él me agarraba del pelo y empujaba su pichula para que me entrara más. Cuando llevaba unos cinco minutos, él se puso de pie y se empezó a masturbar mientras yo le pasaba la lengua y le besaba y chupaba los cocos.
    De repente empecé a notar cómo se contraía dando espasmos. Entonces me sujetó la cabeza y me metió todo su capullo en la boca.
    – Dale, culiao, que me voy; trágatela completa, puta –me decía y empezó a gritar y gemir con más espasmos. Yo quería que acabara ya, por lo que no paraba de chupársela, metiéndomela más adentro, a pesar de las lágrimas.
    De repente me dio una clavada profunda y empezó a correrse a chorros en mi boca, parecía que en vez de correrse se estaba meando, por la cantidad. Yo intenté mantener el semen en mi boca, ya que no podía echarlo para fuera porque no había hueco de tanta verga, y él seguía eyaculando.
    Como ya no podía mantener más semen en mi boca, tuve que tragármelo, empezó a darme náuseas y él seguía corriéndose. Al ver que me ahogaba, la sacó y salió otro chorro que me pegó en la cara, ojos, pelo… estaba lleno de mocos por todos lados.
    Me la volvió a meter en la boca y me dijo que se la limpiara. Yo se la lamí cuidadosamente y se la deje limpiecita.
    Después de eso yo creía que ya se había acabado todo, pero de nuevo estaba equivocado.

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  17. El buzo pitillo (5ª parte)

    El tipo seguía caliente. Rápidamente me levantó y me tomó las piernas, me las puso alrededor de sus caderas, y contra uno de los lockers me la volvió a clavar entera sin piedad, empezó a follarme como un burro.
    – Me falta poco –me dijo y ahora empezó darme tulazos en el culo. Luego volvió a penetrarme. Yo gemía como loco porque ya tenía el culo súper abierto y sólo me escocía un poco.
    Después de un par de minutos comenzó a gemir él y sentí durante unos segundos que un chorro de líquido llenaba mi culo, mientras seguía fallándome, luego fue aflojando y se le fue poniendo fláccida.
    Me bajé como pude, me temblaban las piernas.
    – Ya acabé –me dijo con un suspiro y luego se encaminó a las duchas.
    Cuando me lavaba el culo me salía sangre y todo, el wn me había reventado.
    Mientras nos vestíamos hablamos del asunto. Me dijo que le costaba mucho correrse porque acumulaba demasiado semen. Le dije que era un hijo puta y me había casi violado y se empezó a reír.
    – A ti también te gustó y me pedirás más en unos días –me dijo.
    Terminé de ponerme mi buzo pitillo y nos fuimos.
    Tuve dolor de culo casi una semana.
    En los días siguientes, cuando me veía por el taller, se cagaba de la risa y me decía delante de todos “cómo va ese lumbago”.
    El tipo era un maldito, pero tenía razón, en menos de una semana se lo volví a pedir. Fin.

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  18. Wow, tremenda historia. La tuve dura todo el rato.

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  19. yo me corri la paja con tu caga ajaj

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