viernes, 11 de septiembre de 2015

Las matemáticas (según Carlos y yo)

En aquellos años, hablamos de la famosa década de los 80's, yo estudiaba en un colegio de curas, de esos "algo" liberales y si bien no tan cartuchos, tampoco era un libertinaje. Agradezco esa estupenda formación sobre cosas tan olvidadas ahora como la solidaridad, el honor y el amor por el prójimo. Esta última parte tiene mucho que ver con lo que sucedió.

Como pendejo de 13, era más caliente que la cresta y aún no conocía los placeres de la masturbación y menos del sexo entre dos personas. Pero ya estaba más desarrollado que la mayoría de mis compañeros y algunos me tenían super caliente, deseando tocarles el poto, manosearlos o compartir alguna calentura "casta" entre nosotros. Digo casta por la razón de que las cosas del sexo en esos años eran casi tabú. Y peor era la homosexualidad (vista como perversión y pecado tremendo). A mí me gustaba el Joselito, un negrito musculoso, poto duro y piernas velludas, y su paquete exquisito que se marcaba en su short blanco... una lástima que nunca pasara nada con él.

Yo estaba en séptimo básico y no me iba muy bien en matemáticas, ya que a pesar de la educación personalizada y todo el esfuerzo de mi parte, simplemente yo no tenía dedos para el piano en la cuestión matemáticas. Me juntaba con otro cabro chico como yo para estudiar y la cosa no funcionaba, porque nos poníamos a conversar de cualquier cosa menos de la maldita materia. Con el Pancho nos quedó muy claro que no íbamos a ningún lado así, y a él se le ocurrió la excelente idea de que nos juntáramos con su primo mayor, que también estudiaba en el colegio, pero ya en cuarto medio.

La cosa es que el Pancho se puso de acuerdo con su primo Carlos para que repasáramos la materia, lo que iba a suceder a las dos y media de la tarde los días viernes. Como el colegio estaba abierto, pero sin clases, hasta las siete, no habría problemas. Y ante cualquier duda, íbamos a tener toda la biblioteca para nosotros. Nos juntamos en el recreo y el Pancho me lleva a la sala de su primo. El Carlos era un weón ya todo un hombre a sus 17 años, con barba completa, moreno y maceteado. Me da la mano y nos dice que nos iba a enseñar toda la materia que no habíamos entendido.
Esto se repitió por varias semanas, hasta que el Pancho se aburrió y no se quedó más los viernes. El Carlos era muy paciente y cariñoso, tanto que a veces ni siquiera pescábamos los textos o a veces él me hacía las tareas para que no me complicara. Me gustaba verle su cara morena y varonil, muy concentrado en los números. De a poco empezamos una dulce amistad de abrazos y como yo estaba sin ni un peso, el Carlos me compraba golosinas o bebidas. Yo contento y agradecido con sus atenciones, un día viernes le pregunté si yo podía hacer algo por él. Me dijo que no, pero de repente me dijo que le dolía su cuello y la espalda por tanto deporte y que le gustaría que le hiciera un masaje o que lo sobara.

Recuerdo ese glorioso viernes, ambos solos en el tercer piso del colegio. Todo en silencio. Él sentado en un banco y yo de pie tratando de distender los rígidos músculos del cuello de Carlos. Luego, mis manos en su espalda. No podía creer que estaba tocándole el cuerpo a otro hombre. Se puso de pie y me dijo que le acariciara la cintura. Yo me senté y mi cara quedó al frente de su tremendo trasero, firme, grande y musculoso. Yo sobaba su cintura y en eso me dice en un susurro que le dolían las nalgas. Fue un verdadero choque de calentura poner mis manos en esa raja que fue sobajeada, acariciada y manoseada hasta que casi me viene un orgasmo (mental, en ese caso). Al Carlos le gustaba y me dí cuenta que cada cierto tiempo llevaba su mano derecha a su paquete y se acomodaba el bulto. Al rato, el Carlos dice que va a mear y que ya vuelve. Se demoraba como diez minutos.

Esta situación de manoseos calentones se repitió muy frecuentemente y siempre terminaba igual con él yendo al baño, hasta que un día me preguntó si yo me masturbaba. Le dije que no y le largué todo el rollo que los papás nos aconsejaban para que no nos pajeáramos: que te puedes quedar ciego, tonto, el "pelito de oro" y otras tantas advertencias en contra de ese placer solitario. Él a veces se apoyaba contra la pared cuando yo masajeaba su cintura y sus ricos glúteos, pero notaba que este weón cerraba los ojos y empezaba a puntearse la pared y gemía de deseo y calentura. Varias veces noté que cuando se iba, tenía una tremenda erección. Y, aunque parezca extraño, el Carlos nunca me tocó ni me forzó a hacer nada y tampoco se bajó los pantalones: todo contacto con su cuerpo era a través de la ropa. Era más bien yo quien lo acosaba y le hacía encerronas para tocarlo, pero a él le gustaba y se excitaba.

Volviendo a la situación de la masturbación, él me contó de lo rico que era, de las sensaciones deliciosas y las cosas que le pasaban cuando estaba acariciándose el pene. Me explicó todo el proceso y yo, en momentos solitarios en mi casa, empecé a probar, pero si bien era increíble el grado de placer obtenido por esos simples movimientos, también necesitaba un estímulo, en este caso, el musculoso poto varonil de mi amigo.

La penúltima vez que pasó algo, fue en otra sala, pequeña y oscura, en donde sentados frente a frente, me pide que toque sus brazos y pectorales. Lo hice y me dice que le sobe la guatita. En una de esas, este cabro se estira y tenía la tremenda penca dura en el pantalón. Yo se lo tomé y ahí el weón se cortó todo y me dijo que se había guardado un plumón en el bolsillo. No quiso que lo siguiera manoseando y no me dejó tocarle el poto, como a los dos nos gustaba.
Fue en ese día en que empezó a alejarse de mí y mi eterna calentura. Pasaron dos semanas y le conté que iba a estar de cumpleaños. Me dice que lo espere ese día porque quería que habláramos un rato. Yo super expectante veía que las horas no pasaban nunca, hasta que por fin terminaron las clases.

Bajé a su sala y estaba solo. Me dio la mano y hablamos muchas weás que no puedo acordarme hasta que me pidió que le sobara los muslos. Ahí sentado, también le acaricié las nalgas. El Carlos me miraba con atención y se fijó que se me había parado la penca y me la toma con cariño, riéndose. Me pregunta si ya me había masturbado y le confesé muerto de vergüenza que sí y le rogué que no le contara a nadie. Noté que él también estaba erecto y me dice que fuéramos al baño.

Entramos al último baño de la última ala del colegio. En ese baño raras veces se entraba. No era porque estuviera malo ni nada, sino que por lo remoto que quedaba. Ahí cerró la puerta y me pidió que siguiera la faena de masajes en cintura y glúteos. Yo, fascinado lo hacía, hasta que saca su miembro oscuro y dice que quiere mear. Con la erección de fierro que ostentaba, no pudo y comenzó a masturbarse. Me dijo que con los masajes en la raja se calentaba más que la cresta y por eso se demoraba, porque él se acariciaba las nalgas mientras se la corría. En ese momento y con la calentura desaforada, lo miraba cómo se pajeaba rápido, fuerte y sin detenerse. Me pidió que le metiera la mano entre las nalgas y sentí su carne brutalmente contraída y no pude sacar los dedos de entre sus durísimos cachetes. Los gemidos de placer eran tan grandes que no sé cómo nadie se dio cuenta. Miro su pichula inmensa y los mocos saltando. Su semen era muy abundante y dejó marcado el urinario. Yo quedé pasmado viéndolo. Él se reía y me decía que fue super placentero. Yo saco mi pico y él me dice que ya que estábamos en tanta confianza que me pajeara delante de él. Apenas podía hacerlo de lo cortado que estaba en ese minuto. Se me acerca y me da un pequeño abrazo, tomando mi mano izquierda para ponérsela en sus nalgas para que me caliente. Y viendo que no hacía nada, el Carlos se abre el pantalón y me muestra su raja velluda, me toma el pico y me la corre él. Con su experticia, ese pajeo fue exquisito y mi mejor orgasmo para mis recién cumplidos catorce años. Nunca le había tocado el poto desnudo a ningún hombre mayor antes.

Después de eso, se lava las manos moqueadas y me sonríe con cariño, y me pregunta si me había gustado su "regalo de cumpleaños". Dijo que nadie podía saber nada de las cosas que habíamos hecho. Me abraza y me da un pequeño beso en la frente, diciéndome que yo era su amigo fraterno y que ojalá nunca lo olvidara...

Varios años más tarde, día sábado, de mañana, por San Antonio con Merced, veo a una niña muy linda y embarazada. Algo me llamó la atención de ella y del niñito chico que llevaba de la mano, por la dulce sonrisa en él. Más atrás, venía el papá. Era el Carlos, algo gordito y muy contento. Usaba una barbita corta que lo hacía ver muy caballero. Me miró de frente, pareció turbarse un poco (nunca pensé que me iba a reconocer, tras casi ocho años), me llama por mi nombre y me cierra un ojo. Me quedé tan para adentro que no atiné ni siquiera a pedirle número de teléfono. Me dejó un lindo recuerdo y me alegra mucho que él sea feliz.

14 comentarios:

  1. Excelente historia... muy buena. Espero que sigas escribiendo.

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  2. Da gusto poder leer un relato tan bueno, por favor sigue mandando más. Un abrazo

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  3. Gracias por los amables comentarios, y con un poco de tiempo más, iré contándoles otras calenturas y con otros protagonistas. Dejé mi carrera literario-calentona después del fracaso que tuve con mi historia sobre un moreno llamado Marcelo ( http://relatosflaitecitos.blogspot.cl/2015/03/el-moreno.html ), pero reconozco que no le puse mucho pino y solo me concentré en los detalles sexuales de la historia.

    Para que se acuerden de mí, el próximo tendrá que ver con un ex-carabinero llamado Germán. Aparte del morbo, también incluye una moraleja.

    Saludos, pajerillos, y narren sus experiencias. Ah! y muchas gracias a Esteban, por este espacio de desahogo.

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  4. wn tengo 17 y me sentia mal por estar con un cabro que va a cumplir 15, pero lei esto y se me paso XD interesante tu historia!

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    1. En realidad ambos son menores de edad asi que culeatelo mientras puedas

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    2. jajaja no igual hay que tener cuidado, si un familiar del menor de edad que es más chico (ejemplo pareja de 17 y 15 años respectivamente), denuncia el hecho a la justicia, el menor de edad de 17 años podría tener problemas legales igual.

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    3. si hay pelito no hay delito :s jajja igual cumpli 17 hace hace poco y los dos somos medios inmaduros asi que tan pedofilo no soy xD

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    4. Eso de si hay pelito no hay delito es una mentira jajaj en serio hay que tener cuidado, estudio leyes y la ley es clara. Por eso es mejor no arriesgarse.

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    5. Chyno no estudias leyes, no hay delito, ( en el caso solo si existiera relacion de confianza es decir ej. Ser familiares... Se consideraria estupro) este caso es legalmente permitid

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    6. le mostre esto a mi guagua y se cagó de la risa jshjas ah que graziosos sois

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  5. Como dijo mi amiga, la alemana: Danke schöhn, und Guten Morgen.

    Espero que en esta semana Esteban suba la historia de Germán. Solo aclaro que divagué un poco al narrarla, pero tiene un plus: Germán es flaite. :)
    Sepan perdonar tanta verborrea, pero hacía media hora que me había tomado las tabletas para dormir...

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  6. Haaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
    Que recuerdo de la adolescencia caliente y culposa a la ves.
    Gracias por hacernos recordar.

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