sábado, 19 de septiembre de 2015

Santo estrés 2

Aquella noche me la pase pensado en lo que sucedió con el Gonzalo hasta que me quedé raja. La verdad de las cosas es que no podía asimilar lo que había sucedido con él. Estábamos compartiendo como suele pasar entre mejores amigos y de repente sucede “esto”. Nunca he tenido un amigo de la onda del Gonzalo. Esto era algo nuevo para mí y la vida estructurada que tenía por culpa de la U. El Gonzalo tiene otro tipo de costumbres y gustos. Otro tipo de juntas, distintas a las mías. Él me estaba dando la oportunidad de poder conocerlo como persona, permitió que pudiera conocer gente de su onda y descubrir que algunos de sus gustos coincidían con los míos. Me estaba dando cuenta de lo mucho que me gustaba estar en su ambiente. De alguna forma, este weón llegó a convertirse en mi fármaco para curar mis malestares (como Ibuprofeno para la inflamación, como Ácido Mefenámico para el dolor de muela, como Paracetamol para la cefalea). Llegó para atenuar todo el estrés de mierda que llevaba dentro de mí. Me estaba gustando estar con él, no solo porque me hace sentir como un imbécil cuando estoy a su lado y porque probablemente sería el comienzo de una relación secreta de tipo sexual. Todo lo que ganaba por su causa me estaba fascinando: su compañía, sus invitaciones a sus juntas con sus amistades, su cuidado, su forma de alentarme. Pero no quería que este compartir con él fuera un placebo para ambos. Deseaba desde el fondo de mis entrañas ser su amigo, su par, su confidente, en alguien en quien pudiera confiar y no solo el “weón” para quitarse la calentura. Una y otra vez repetía el tortuoso argumento en mi mente: “nunca podrá ser amigo de un fleto como tú”. Por supuesto, él es un macho (a pesar de que haya permitido que se lo mamara) y yo, un weón fleto al que le gusta el pico.

Al día siguiente, desperté molido por la pichanga a la que me invitó. “Estuvo bueno, de principio a fin. A pesar de todo”, me decía a mí mismo mientras me reía como un verdadero aweonao. Lo había disfrutado a concho. A pesar de las molestias físicas, me sentía como Popeye cuando comía espinacas. Había comenzado el día en que vería nuevamente a mi machito rico y me preparaba psicológicamente para el montón de situaciones que pudieran suscitarse. Fue así como el contexto del asado en mi casa iba tomando forma. Yo esperaba con entusiasmo ver al Gonzalo (recuerdo que después de bañarme, me embetuné con una crema “Natura Tododía” de almendras y arándanos con la que no es necesario ponerse perfume, pues dura las 24hrs del día). Le pediría que me acompañara a comprar un nuevo buzo (en una de esas, lo pondría duro verme así, xD). Pasaron las horas, los minutos, los segundos y el Gonzalo no llegaba. Paso el día sin que pudiera disfrutarlo en compañía de él. Es más: no vi al Gonzalo en un par de días.
Llegó el día en que debía asistir al gimnasio. La mitad de mi ser estaba deseoso, todo excitado y trastornado de poder ver al Gonzalo nuevamente, de verlo con ropa deportiva, luciendo sexy y caliente para mí. Al pensarlo desnudo y recordar sus manos en mí y en todo lo que me decía mientras sucedió “eso”, hacía que me mojara. Mi glande se mojaba de forma involuntaria. Mi otra mitad era más racional e incluso más temerosa: “Fue solo una calentura en la que tú fuiste la herramienta a utilizar”, me escupía mi lóbulo frontal. Aun así, deseaba verlo y estar cerca de él no solo por atracción sexual, sino que por la amistad y compañía que me daba. Decidí comportarme, adecuarme al contexto y evitar a como dé lugar ponerme como una maraca loca que lo único que quiere es pichula. “Debes comportarte. Deja que todo se de cómo deba darse. No lo pierdas como amigo”, me decía a mí mismo. En ese momento en que hubo un equilibrio entre la mitad calentona y la mitad racional de mí, decidí no presionar las cosas, y no me haría ilusiones de nada.
Ese día en el gimnasio nos vimos y nos saludamos, pero todo fue distinto a como era antes de que sucediera lo del sexo oral entre nosotros. En ese momento llegue a pensar que la relación de amistad había dado un vuelco negativo. “¡Bingo!”. En todo el rato que estuvimos en el gimnasio, Gonzalo, mi machito y amigo, dejó de serlo y se convirtió en un weón. Un weón que se comportó como un maldito canalla conmigo. Andaba distante, perro y weón a todo momento. No quería hablar, evitaba a toda costa tocarme y en todo momento me trató como basura, como la mierda. Llegué a pensar que mi presencia le molestaba y le daba asco. “Puta que erih pao, weón”, me decía a cada momento. Yo no atinaba a decir nada contra el montón de cosas que escupía en mi contra, es más, aguante hasta llegar a mis límites. Lo que vendría después sería la gota que rebalsó el vaso. A causa de mi torpeza psicomotriz, caí sobre sus piernas (cosa que no me calentó para nada) y eso fue como si le hubiesen puesto ají en el culo. “Fíjate, pendejo de mierda”, decía de forma simultanea mientras su puño de macho arremete contra mi brazo, dejándome adolorido y paralizado. “Que te pasa, weón”, atine a decirle. “Que me vení a hablar asi, maricón re culiao”, vomitó sobre mí. Debo reconocer que eso que me dijo me hizo mierda, mucho más que su puñetazo. No pensé que pudiese comportarse de esa forma conmigo, pero en esos momentos, esa wea me importaba una raja. Nunca me había sentido tan humillado y avergonzado, más aun, en un lugar lleno de minos ricos. “Sabi que weón, ándate a la cresta”, le escupí en la cara y me fui del gimnasio a toda prisa antes de que pudiera agarrarme y me sacara la chucha con lo enojado que andaba conmigo. No iba a aguantar que nadie me tratara mal y mucho menos en un lugar lleno de gente. Ni aunque fuera él, quien fue tela y buena onda conmigo antes de esa maldita mamada que le pegue. No sé por qué, pero estuve bajo un estado de enfermo durante todo el día.
Los días pasaron y no veía al Gonzalo hace rato. No tenía tiempo para ir al gimnasio por culpa de la U, además no tenía ganas de verlo después de cómo me basureó sin importarle el tiempo en que compartimos como amigos antes de “eso”. Después de varios días me topé con él y uno de sus amigos en la calle. Fue ahí donde hice uso de mi habilidad para ser un weón pesado e irónico: no los infle ni lo salude e incluso llegue a mirar al Gonzalo con desprecio, pues estaba picado por lo que hizo. Ya en mi casa y reflexionando sobre mi sorpresivo encuentro en la calle con este weón, reviso Facebook y para mi sorpresa veo un mensaje del Gonzalo: “Flaquito, tenemos que hablar. Pínchame y te devuelvo el llamao”. “Maldito weón”, me decía a mí mismo. Después que me trató como el pico, me vuelve a decir “flaquito”. ¿Acaso será consciente el efecto que esa palabra causa en mí? No era de sorprender que esa diminuta palabra hiciera trizas por arte de magia el enojo y rabia que sentía por él, xD. Le pinche y acto seguido, me devolvió el llamado. “Hola flaquito, ¿cómo estai?”, fue lo primero que dijo.“¿Qué querí?” le escupí lo más pesado que pude antes de que pudiera decir algo más. “Puta perro, quería pedirte disculpa por haberte webiao tan pesao”, me dijo. “fui como el chuto contigo, en serio perrin, discúlpame”, me dijo. “Sipo weón, fuiste bien como el chuto conmigo” le respondí. “No sé qué onda, ni que wea te pasa, pero fuiste como la callampa conmigo. ¿No te bastaba decir que no querías juntarte más conmigo y haber evitado todo el show del gimnasio en mi contra?”, le dije. El Gonzalo se quedó callado un buen rato y no sé por qué. “Oe flaquito ¿Te tinca juntarnos un rato? Asi conversamos y…”. Antes de que termine la frase le digo lo más picado que puedo: “¿Asi conversamos, luego te la mamo y después me tratas como el pico? No weón, gracias. Búscate una mina para que te lo mame”, le dije molesto. “Pa que con esa, flaquito, si ya te pedí disculpa, weón”, me dijo. Me quede callado un rato. “¿Dónde nos juntamos?”, le pregunte. “Ese es mi campeón”, me dijo. Hijo de perra, sabe que con esas palabras me hace trizas. Si supiera el muy maldito lo que puede ocasionar en mi entrepierna, xD. Ahí seguimos un rato conversando y acordamos en juntarnos en una plaza cerca de donde vivo. Fui directo a la plaza y ahí estaba, con un buzo Adidas y zapatillas que hacían juego, una polera blanca que se amoldaba a su torso y unos lentes y gorro que llevaba. Se veía rico, hermoso. Me dejó todo pasmado. “Wena perrin”, me saluda y me da la mano. Su toque me electrizaba. Conversamos un rato, fumamos y estuvimos en silencio, pues la situación era incomoda. “Weón, no sé qué onda. No se pa que hice la wea contigo. No soy maricón y no estoy ni ahí con serlo”, comentó. “Yo no te obligue a nada. Tú fuiste el caliente que se ofreció en bandeja y yo atine como maraco a chupártelo”, le dije. “Y sabi que weón, me arrepiento de habértela chupado y haber caído en tu juego de mierda”, terminé de espetarle. “Puta flaquito, entiéndeme. Yo no he hecho nunca la wea y no se pa que chucha la hice”, me dijo. No dije nada, puesto que en el fondo, aún deseaba compartir con él y poder ser su amigo, a pesar de que me trató como el chuto. En esos momentos, pensé en lo arrepentido que estaba de haber mamado el miembro del Gonzalo, pues sabía que comprometería nuestra amistad. No obstante, seguía pensando en ello. De veras, me gustó. Y mucho. “Ya weón, tranquilo. Nadie sabrá esto y no va a volver a pasar nunca más”, le dije decidido pero con algo de pesar. El Gonzalo me mira, agacha la mirada y ríe. “En serio te arrepentí, flaquito”, me dijo, sorprendiéndome. “Weón, no empecí”, le dije mientras le mando un puñetazo de nena en su brazo. Ambos reímos, xD. Terminada la conversación para ponerse en la buena, me acompaño a la casa y aprovecho de ver al Rulo (mi hermano).
Pasaron los días, yo estaba con mis responsabilidades de la U y me reintegré al gimnasio. Seguía entrenando con el Gonzalo. Todo iba bien, pero decidí cambiar algunas cosas. Cada vez que terminábamos, me despedía de él y me iba al toque. No me bañaba en el gimnasio, ni lo esperaba y mucho menos dejaba que me fuera a dejar a mi casa o la U. a pesar de sentir cosas por él y de estar todo el rato caliente por su culpa, me propuse a no pasarme rollos y evitar toda situación de fletos. Obviamente el Gonzalo cachaba todo, pero no obstaculizaba mi forma de actuar. Quería que las cosas cambiaran, quería tener su amistad en todo momento y no como un simple placebo. El me hacía bien. Quitaba mi estrés. Gracias al Gonzalo, paso algo inesperado para mí: comencé a juntarme más seguido con sus juntas y las de mi hermano grande. El grupo de ellos estaba constituido en la mayoría por minos flaites (bien ricos) buenos para jugar a la pelota y para tomar. Me juntaba con ellos solo los fines de semana, porque aún estudio y mi hermano con el Gonzalo trabajan de lunes a viernes en horario administrativo. Si bien, yo quería evitar toda situación rara con el Gonzalo, el hecho de juntarme con él, mi hermano y sus amigos, no generaría nada raro. De alguna forma, estábamos más controlados con el contexto.
Un fin de semana, recuerdo que jugaba la selección y mi hermano decidió hacer una junta con sus amigos en nuestra casa. Estaba mi papá que había llegado un par de días antes de la pega y estaba feliz de que se hiciera una junta con asado y copete para ver a la selección. Y mejor aún, él no tendría que hacer nada, xD. Yo aproveche de invitar a un compañero de U y amigo, Julián, quien también es bueno para la pelota. Ese día no pesqué mucho al Gonzalo porque estaba conversando y pegado con el Julián. Nos la llevamos hablando de las capacidades futbolísticas de los jugadores, de los trabajos de la U para la semana y poniéndonos de acuerdo para poder ir a un Seminario de Resonancia Magnética (puesto que estudiamos Tecnología Médica). No me percaté de lo que sucedía, pero había ratos en los que el Gonzalo me miraba y no sabía por qué.“Qué onda este weón?”, me decía a mí mismo. No lo pesqué y seguí en mi mundo con el Julián, pues estábamos entusiasmados con la idea de ir al Seminario. La junta seguía su curso, y la verdad de las cosas, estaba la raja. En un rato me voy a mi pieza a abrigarme cuando en eso tocan la puerta. Sorpresa: era el Gonzalo. “Wena, perro”, me dijo mientras entraba a mi pieza. “Qué onda, men. ¿Pasa algo?”, le pregunté. “Naa weón, tranqui. No pasa na”, me dice “Dale, bakan”, atino a decir. Justo antes de salir, este weón me pesca del brazo y lo aprieta. “¿Weón, que te pasa? Me estai haciendo cagar el brazo”, le digo. “Sshh…”, me dice mientras me acerca a su torso y me planta un topón. En ese momento, me volví completamente vulnerable a él, pues sentía cosas por él y aún recordaba el episodio del sexo oral. “Weón, para. ¿Porque hací esta wea?”, le escupo. “No sé, weón”, me dice. Todo consternado y con algo de rabia me hago a un lado. “En qué quedamos po, weón. ¿Por qué hací esto?”, le digo. Se queda en silencio, inmóvil. En ese momento se vuelve acercar a mí y me besa otra vez. Pero en esta ocasión no pongo resistencia y dejo que lo haga. Succionaba mi boca, me llenaba con su lengua, mordía mi labio inferior mientras tomaba mi cara. Yo me estaba poniendo duro contra él, pues era algo que me hacía sentir dominado, y me gustaba. En ese momento, nos despegamos, nos miramos y seguimos con besos calientes. Esta vez empezó a tocarme y recorrer mi cuerpo huesudo con sus manos grandes y duras. Piernas, muslos, culo, cintura y espalda fueron las estaciones de su travesía mientras me comía el cuello a besos. El Gonzalo me hacía sentir en la gloria. Me gustaba. Todo esto, enfermizo, me gustaba.“Para weón, no sigai”, lo detuve. “Pa que. Si sé que lo querí tanto como yo, weón”. Me quedé helado después de lo que dijo. Como se le ocurre decir semejante cosa, después que me basureó y me trato como la mierda luego del episodio del sexo oral en su casa. “Maricón”. Justo cuando iba a empezar otra vez, lo detengo en forma refleja, abro la puerta y salgo disparado.“Maricón, maldito maricón. Este weón está jugando conmigo otra vez y yo sedo como maraco a él”, me decía a mí mismo mientras escapaba. No quería volver a pasar por lo mismo que pase después de la mamada que le pegue en su casa. En el patio, me acerco al Julián y le pregunto si me puede acompañar a comprar cigarros. En eso que nos estamos yendo, llega el Gonzalo y me mira asustado. Quizá piensa que le contaría al Julián lo que pasó en mi pieza; pero ni tonto cuento aquello. Sería muy arriesgado y no podría ser tan penca con mi machito. De vuelta en casa, me encontré con la sorpresa de que el Gonzalo no estaba ahí. Pregunté por él y me comentaron que se fue. Quedé pensativo, con dudas y todo acalorado. Todo esto me confundía y preocupaba. Mis sinapsis las ocupaba en ello. Quería hacer las cosas bien, de forma racional, pero no podía negar que todo lo que me estaba sucediendo con el Gonzalo era lo que me quitaba el sueño, y me tenía todo caliente.
Al día siguiente tomé coraje y decidí ir a encarar al Gonzalo por lo sucedido anoche, pues nos estábamos desviando de nuestro objetivo “Anti- Comportamiento Fleto” (bueno, yo era quien debía ponerle más empeño, pues él se supone que no es fleto, hasta ahora). Llegue a su casa y lo enfrente con algo de duda, pero después con seguridad: “Weón, ¿qué pasa? ¿Por qué haces todo esto?”“Weón, no sé qué onda”, me responde. “Mira culiao, para tu webeo. Si sabi que me gustan los hombres y la pichula. ¿Para qué seguí haciendo esto? ¿Acaso querí usarme pa probar que se siente chantárselo a un weón?”, le escupí todo picado (ahora si estaba picado por su comportamiento de mierda). Está bien, soy caliente y todo, pero no me gusta que me basureen y mucho menos que me traten como el chuto después de webiar sexualmente. “Perro, sabi. Quiero culear, quiero ponerlo. Pero quiero chantárselo a un fletito, como voh, flaquito”, me dice, paralizándome ante él. “¿Que chucha creí que soy?”, le digo haciéndome el ofendido. “Sale, weón, pa que te hací de rogar, si lo único que querí es que te lo chanten, ¿o no vai a eso al gimnasio? ¿A buscar pichula? Acá tení chuto grande. Y lo conocí”, me decía burlándose de mí el muy maricón. “Hijo de perra, ándate a la cresta”, le dije mientras abría la puerta para irme. Este weón estaba jugando conmigo, sin sospechar lo que estaba sintiendo por él, y era más claro que el agua que no era una simple calentura la que sentía hacia él. En eso que estaba saliendo de su casa, el muy bruto me pesca del brazo, me entra a su casa y me empieza a besar, violando mi boca, mordiéndome y corriéndome mano como un depravado. “Te lo voy a chantar en la boca y después, te lo voy a guardar acá, ¿cachaste?”, decía mientras me tocaba la cintura y el culito. “No, me estoy dejando como una perra… Naa, filo”, me decía a mí mismo mientras el espectáculo comenzaba. Esto era lo que había soñado desde que supe que me gustaban los minos: un machito rico, flaite, con buen cuero, la pichula y los cocos grandes, velludo y caliente. Asi era mi Gonzalo. La testosterona estaba emanando a sus máximos niveles. Me corrió mano a más no poder, me beso desesperadamente, comiendo mi boca y violándola con su lengua. La fuerza que ejercía en mí al tomarme y poseerme me hacía comportarme como un sumiso. Me hacía sentir deseado. Quitó mi chaqueta y mi polera para besar cada centímetro huesudo de mi torso y abdomen. Sus labios eran cálidos. Quité mis pantalones y ropa interior de una, quedando totalmente desnudo a su disposición. Mientras inspeccionaba y recorría mi cuello, me tomaba en sus brazos, me cubría con ellos y me protegía mientras quedábamos en cucharita sobre la alfombra, recorriendo todo mi cuerpo y frotándose contra el mío. Yo ya estaba transpirado, mojado y sin pudor alguno de que yo estuviera desnudo y él no. Era mi turno, me tocaba jugar. Comencé a tocarlo por encima del pantalón, frotaba mi cuerpo sudado sobre el suyo, chocaba mi pene con el suyo y me preparaba para hacerle sexo oral (si, como aquella vez en que lo volví loco y después me trató como la mierda). “Chúpamelo, flaquito, chúpamelo weón”, me susurraba al oído. Empecé por desnudarlo de la cintura para abajo. Recorrí sus piernas velludas y duras con mis manos hasta llegar a su ingle. Su entrepierna me daba la bienvenida con una dosis de pre-semen en su pene. Yo estaba completamente maravillado. Lo tome con mis mano y lo acariciaba mientras él emitía sonidos de calentura que me excitaban aún más. Finalmente, lleve su miembro a mi cavidad oral y comencé a succionarlo lentamente, chupando y mojando cada centímetro de su dote, de arriba hacia abajo, sin parar. “Ohh, flaquito culiao. Me tení enterito pa ti solo”, me dijo. Se lo mame por unos minutos hasta que aumente la intensidad del trabajo de mi boca. “Para, porfa, para weón, que me vengo”, me decía mientras me llevaba a su rostro colorado y empezamos nuevamente a mezclar nuestras bocas insaciables. Él me dio el pase para desnudarlo completamente. Toqué cada centímetro de su cuerpo, bese su cuello, mordí los lóbulos de sus orejas, frotaba mi cuerpo contra el suyo y me movía de forma sugerente, como una perra, con la idea de calentarlo aún más, de llevarlo al límite. Una vez más yacíamos en la alfombra de su casa, el detrás de mí cubriendo mi delgado cuerpo con su anatomía. “Ni tení idea de lo caliente que me tení, weón. Hace rato que te eché el ojo pa esto, flaquito”, me dijo mientras tocaba mi cintura y empezaba a acariciar mi culito, tomándolo con sus manos gruesas y palpándolo en cada centímetro.“Pégate más a mí, perrin”, me dijo. Aun seguíamos en cucharita, ambos desnudos sobre esa alfombra que nos aislaba del suelo. Me restregaba en contra de su cuerpo, y eso me encantaba. Yo, insaciable, se lo tocaba, lo masturbaba sin dejar el contacto con él mientras nos besábamos. Yo estaba en todo momento en silencio. Solo me disponía a disfrutar y gemir como una puta. “Títan, weón. Deja guardártelo, porfa”, me decía con su voz ronca. Llegué en dudar sobre la idea de que me penetrara, pero qué más da, después de todo lo que estábamos haciendo, xD. Al momento, no dije nada, solo me hinque y me pose sobre uno de los sillones del living que estaban sobre la alfombra, dándole el paso libre a mi culo abierto y expuesto.“Oooh, flaquito mío. Te lo voy a poner y lo vai a disfrutar. Ya vai a ver”, me decía. En eso, sin previo aviso, se posa detrás de mí y ambos quedamos hincados: yo en contra del sillón y el detrás mío. “Uuuhhh, se siente rica esta wea”, gemía mientras se adentraba lentamente en mi interior con cada centímetro de su hombría, ocupando aquello que deseaba. Yo le recibía con un tanto de dificultad, dolor y temor, pero quería saciar el instinto primitivo sin frenos que se apoderaba de mi machito en ese instante. Me estaba sintiendo en las nubes, extasiado de tanto placer que me daba este hombre, este fármaco anti- estrés encarnado en forma humana. Sentía su anatomía, su presión, su ritmo cardíaco, su deseo sobre mí. A comienzo, me penetro lentamente. Fue comprensivo. Pero a medida que seguía y ambos nos adaptamos al ritmo, fue más bruto y más rápido. Me follaba como una bestia. Se hundía con fuerza en mi interior mientras devoraba mi cuello y mordía mis orejas. “Títan, weón, quiero estar así contigo, ojala fuerai mina, weón”, me decía. “Ooohh, cómeme. Me tení enterito para ti”,  le dije. Luego de unas clavadas profundas, el Gonzalo me decía que se iba a ir cortado. “Gracias por avisarme”, me decía a mí mismo, y en ese instante tensé lo que más pude el interior de mi culito para que se corriera de forma inolvidable. “Ooohh, me voy, me voy. Ooohh, weón”, decía mientras se corría dentro de mí, sintiendo como me llenaba con su semen que llegaba a correr por mis piernas como si fuesen manantiales. Él seguía duro dentro de mí, temblando y jadeando. Yo aún no acababa, y en verdad quería correrme con él. “Gonzalo, ¿te puedo pedir algo?”, le dije. “Dígame, perrito”, me respondió. “Quiero acabar chocando mi pene con el tuyo”, le mencione algo avergonzado. Él se puso a reír con esa sonrisa burlesca que me mata. “Dale, flaquito rico. Ocupa mi pichula noma”, me respondió. Estaba feliz, pues me encanta acabar así. Sin esperar, empecé a frotarme contra su cuerpo sudado mientras que nuestras dos vergas se juntaban y se frotaban sin piedad, mojándose mutuamente. El Gonzalo me ayudo, me puso debajo de él para frotar su pene contra el mío, a la vez que todo su cuerpo transpirado se pegaba al mío. “Gonzalo, me voy. Ooohh, Ooohh”, gemía mientras me derramaba sobre mi.
Esa fue una experiencia que atesoraría con mucho recelo. Mi sueño se hizo realidad. El hombre que deseaba sexualmente y que me hacía sentir cosas que no había experimentado con nadie más, se apodero de mí y me hizo suyo. Estaba delirando de placer a causa de su compañía. “Sabí, perro, hace rato quería hacer esto contigo”, me dijo mientras quedamos pegados sobre la alfombra mientras tocaba mi espalda y yo me acurrucaba a su torso. “Yo igual”, le respondí sonriente como niño feliz (parecía weón con tanta felicidad que irradiaba mi rostro, xD) . “Me gustaría volver a estar asi contigo”, me decía al oído mientras me rodeaba en sus brazos y me besaba. Yo me sentía en la gloria. Nos quedamos asi un rato mientras pensaba lo que podría pasar después de esto: “¿Un nuevo show que me dejará en vergüenza?, No, gracias”, me decía a mí mismo mientras el Gonzalo recorría mi espalda y alababa mi piel suave (gracias crema “Natura Tododía”). “Gonzalo, es hora de volver a la realidad”, le dije mientras reía a lo que solo respondió con un “Mmmmm”, sonando satisfecho y cansado.
Luego de limpiarnos y vestirnos, yacíamos de pie en el living de su casa, mirándonos mutuamente sin decir nada. Yo atiné a abrazarlo y decirle que no se preocupara, que nadie sabría esto, que esto era algo muy preciado para mí y que no lo compartiría con cualquier persona. El me miraba sonriente y escuchaba mis palabras a la vez que me rodeaba con sus brazos. En eso, interrumpo el exquisito momento post sexo que teníamos con una duda de lo más imbécil que me acongojaba y que quizá haría que mi machito se enojara y me mandara a la mierda. La vomité sin pensar en lo que podría ocasionar: “Y ahora, ¿Qué va a pasar entre nosotros?”. Él estaba serio y comenzó a mirar al suelo. En ese momento se notaba que estaba incómodo. “Mira, no quiero ponerme weón. Lo he pasado la raja contigo, salvo por tu arrebato en el gimnasio”, le dije. “No quiero volver a pasar por aquello. De veras, eso me dejó mal y no quiero perder tu amistad. Recuerda que todo eso pasó después de nuestro contacto físico”, le seguía hablando mientras me miraba con cara de preocupado. “Y ayer te me insinuaste, y ahora sucede esta wea. No me gusta que jueguen conmigo. No quiero que juegues conmigo, más aún con todo esto que me pasa contigo. Yo… yo te quiero!” (Sonaba una alarma en mi cabeza después de eso). Mierda, no sé cómo cresta vomité involuntariamente esa frase amariconá que haría que este weón me diera una paliza de proporciones. El Gonzalo abrió sus ojos, se le desfiguró la cara y quedó totalmente pasmado. Su respuesta corporal me lo decía todo. En mi interior sentía que la había cagado y eso me dejó destruido. En ese instante sentí que perdería a mi analgésico de estrés, a mi placebo, a mi Gonzalo, mi machito. “Es mejor que me vaya”, le dije mientras abrí la puerta para huir no se a donde, al mismo tiempo que empezaban a brotar unas lágrimas de mierda de mis ojos.



24 comentarios:

  1. Weón, el Gonzalo también te quiere (culear). Aprovecha.

    ResponderBorrar
  2. nooooooo wn supongo que hay una tercera parte:C quiero saber que paso

    ResponderBorrar
  3. weon si falta la tercera parte porfaaaaa, queremos un final feliz :(

    ResponderBorrar
  4. Ctmmmmmmmmmm
    Te convertiste en mi autor favorito de este blog, ojalá puedas compatibilizar bien con tus estudios y no dejes botada tu naciente saga... si yo hubiera estado en tu lugar, no me hubiera entregado al flaite y mi orgullo se sentiría mejor, pero si siempre deseaste estar con un macho flaite era el momento jejeje. Mi único pero es el uso de 'men', o sea es una palabra en plural (lo siento, es mi lado OC)
    Por fa sigue escribiendo! !!!!

    ResponderBorrar
  5. Acele un arreiglo con una machi y .

    ResponderBorrar
  6. wn q calidad del relato, eres un escritor innato

    ResponderBorrar
  7. ctm hace tanto tiempo que no salia un relato como la gente... te pasaste muy buena historia... minimo su tercera parte

    ResponderBorrar
  8. Se parece mucho a los relatos del Borja y el Franco....

    ResponderBorrar
  9. Te felicito, muy buen relato, es imaginación o es verdad?

    ResponderBorrar
  10. Te felicito, muy buen relato, es imaginación o es verdad?

    ResponderBorrar
  11. AGUANTASTE MUCHO, YO LO MANDO A LA MIERDA AL REPRIMIDO CULIAO. (buena narración)

    ResponderBorrar
  12. "te quiero" la wea amariconá, el loco te queria puro culiar y era... na mentira, espero que te haya ido bien con tu macho "hetero" :p

    ResponderBorrar
  13. ESPECTACULIAR jajajajaj igual no me terminan de convenser las palabras zorronas ocupadas por el "flaite" pero no le quita para nada loexitante al relato, porfa no nos avandones a nuestra imaginación precaria y sigue con el relato.

    ResponderBorrar
  14. Buenísimo!! Te pasaste... Esperaré tu tercer relato

    ResponderBorrar
  15. Buenísimo!! Te pasaste... Esperaré tu tercer relato

    ResponderBorrar
  16. Buenísimo!! Te pasaste... Esperaré tu tercer relato

    ResponderBorrar
  17. Excelente relato, necesito leer la tercera parte jaja está muy bueno ésto. Cuidado ahí, el Gonzalo te está convenciendo de manera más tierna para que culeen, mucho te estimará como amigo pero ten cuidado con que te utilice. Disfruta pero sin enganche :-)

    ResponderBorrar
  18. Hola a todos! Soy Cristian, quien redactó este relato. La verdad es que una vez más, me impacta ver tanto comentario buena onda hacia mi experiencia. Les doy gracias por sus comentarios y sus peticiones por una nueva parte de mi historia.
    Seré sincero: tenia previsto contar esta historia en cuatro partes, pero estoy algo corto de tiempo por culpa de la universidad, así que no aseguro una nueva parte. Me odiaran por decir esto, xD
    Pero: trataré (de veras) de redactar una tercera parte para deleitar sus mentes y penes mojados a causa de mi culpa, xD. Traten de ser pacientes con este humilde servidor.
    Saludos, compatriotas pajeros!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Ctm!!!! Eso esperamos jaja weon quede impactado xd esta bien relatado tu historia y buena perro ja

      Borrar
  19. La pasiva realmente estaba reprimida para escribir tanto.. y la wea de relato como el choro de fome.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Yo me caso con un mino como tú wn, de verdad me enamoré de tu redacción, es agradable leerte. Me sumo al resto y espero la tercera parte!! Saludos desde Valparaíso :)

      Borrar
  20. Excelente relato, hace tiempo que no leía algo bien redactado, bien contado, muy buena obra escrita, la parte 1 y parte 2.... pero falta la 3 para completar la trilogía, si no todo va a quedar inconcluso, cierto o imaginario, da lo mismo, creo que enamoraste a varios..

    ResponderBorrar