domingo, 5 de junio de 2016

El Chino (parte 5)

La noche de la Navidad la pasamos con mi vieja, los dos solos, igual que todos los años, el Chino apareció a los días después a dejarme un regalo, era un vaso grande de vidrio con un monito grabado, como un pájaro, dijo que le recordaba a mi, venia en una cajita de cartón, me dijo que no sabia que iba a hacer pal año nuevo, además el 29 estaba de cumpleaños, faltaban como dos días, casi nunca le celebraban el cumpleaños porque era mucho gasto de plata, entre todas las weas de fin de año, igual la vieja le hacia una torta y tomaban once juntos, aunque quizá iba a salir con sus amigos, claro que no con el Broly, no quería ver nunca más a ese perro, perro culiao, culiao, me repetía, ¡donde me lo tercee lo voy a masacrar al chuchesumare!, me volvía a decir, a mí me importaba un pico la pelea, estaba contento de que el Chino no se hubiera arrancado de mi después de esa noche, estaba contento porque lo tenía ahí parado al frente, con el regalito en la mano, con sus ojos de cabro chico, siempre tuve esa sensación, a pesar de que yo era menor en edad siempre lo mire como un niño, mas niño que yo, y ahora pensaba en que el Broly cachaba todo, no voy a negar mi susto, tenía miedo, miedo de que todo nuestro sistema de cariño medio escondido, medio torpe, se nos fuera a la cresta, me pasaba las manos por la cara intentando sacarme de encima esas ideas, lo volvía a mirar y me entraba la alegría, el día del cumpleaños lo quise ir a ver pero me dijo que iba a estar con su mamá así que mejor saliéramos otro día.

El día del año nuevo fue sábado, la gente corría pa’ todos lados, buscando carne, petardos, salían de los almacenes cargados con bebidas, chelas, vino, las vecinas le subían el volumen al equipo, el sol quemaba los pocos árboles que quedaban por la avenida, por mientras mi mamá pelaba papas, rallaba repollo, iba a hacer unas ensaladas para llevar donde una tía, casi siempre el año nuevo lo pasábamos allá, era carrete con la familia así que se les olvidaban todas las peleas que habían tenido en el año, siempre iban más primos, mal no la pasaba, me fui a comprar unos porros pa la noche, el Chino me llamo como a las 8 de la tarde, me conto que iba a ir también a la casa de unos familiares a celebrar, así que en volá se quedaba allá, me deseó feliz año, anticipado porque en la noche los teléfonos nunca funcionan, dieron las 12 y los abrazos corrían, chorreaban las copas con champan, ¡que no se note pobreza! gritaba un tío, no costo mucho esfuerzo pa que se curaran la mitad de las viejas, una que otra sacada en cara, sonaban los petardos en la calle y los cabros chicos corrían parriba y pabajo por el pasaje, a lo lejos se vieron unos fuegos artificiales, nadie sabía bien si era algún narco o la muni la que organizaba el evento, unos primos iban a ir a carretear no se a donde, yo andaba medio dando vueltas, medio entonao, enfiestao, nunca quise ser muy arrastrao con el Chino, me daba vergüenza hasta llamarlo, pero esa noche lo quería hacer, decirle que me gustaba sentirle el olorcito a esa colonia indescifrable, que me gustaba cuando me daba besos con aliento a pallmall, que me gustaba cuando chispeaba los dedos si algo le molestaba, que me encantaba verlo llegar a mi casa, pegar ese grito, con su entonación, ¡Camiloo!, verlo parado afuera de mi casa, lloviendo o con el sol terrible, marqué el número y me tiritaba el cuello, Aló, Chino, te quiero Chino, feliz año nuevo, el teléfono se escuchaba medio cortado, me fui al baño pa poder escuchar mejor, con la bulla de afuera no se entendía nada, Chino, oye Chino te quería decir que te quiero caleta weon, eris terrible importante pa mí, la sinceridad del copete, el Chino se quedó medio callado un rato, Camilito, andai cariñoso Camilito, yo igual te quiero harto po Camilongo, eri el único que me entiende, se cortó la llamada, me miraba en el espejo del baño, con el champan zapateándome la cabeza, me preguntaba ¿Qué me vio en la cara este weon? ¿le gustarán enserio mi cara media dormilona?

Pasaron varios días calurosos, Enero no daba tregua, me da más pena el verano que el invierno, es más desolador, el cemento caliente amenazando con meterse a las casas, los grifos goteando agua hirviendo, quería arrancarme, le dije al Chino que nos fuéramos a acampar al Cajón o que nos fuéramos a la playa, cualquier wea menos estar sentados en las bancas de la plaza, un día nos juntamos temprano, tomamos un par de micros y llegamos al Manzano, llevábamos copete, pitos, unos paquetes de fideos, la carpa, había harta gente bañándose en el rio, caminamos bien adentro para encontrar un lado piola donde armar la carpa, estaba lleno igual, en cualquier momento el rio se teñía morado por tanta caja de vino que se veía aparecer, abajo de un árbol muy grande tiramos las cosas, el Chino se sacó la polera y corrió de una a bañarse, bajé solo pa mirarlo, me encantaba mirarlo de lejos, como espiándolo y me acordaba del tiempo que lo veía arrancándose por la reja del colegio, que le miraba el poto en educación física, cuando me iba a imaginar yo todo lo que estaba pasando, me parecían lejos esos días, estuvimos toda la tarde metidos en el rio, comimos pan después y tomamos, unos locos se nos acercaron, terminamos vacilando con ellos, eran dos minas y unos weones, eran de Peñalolén, nos sacamos unos pitos, hicimos fuego, me parecía la versión Santiaguina de una película añeja, el Chino alumbrando algunas hazañas del colegio, hablábamos de las tomas, de las marchas, cuando los escuchaba me sentía más distante, como si nada de eso estuviera pasando abajo en la ciudad, como si eran cuentos, cuentos de fogata, como esas leyendas del campo a medianoche, hasta el Broly me parecía más un mito de hace siglos, para mí lo único real era el Chino, el Chino y su vaso de jote en la mano, la historia de cuando chocó el auto de su tío, la historia de cuando nos desalojaron, el Chino tenía gracia, sabia caer bien, sabia también caer muy mal, el día y la noche, yo lo miraba callado, como tantas veces, no sé si habrá sido el copete, no sé si habrá sido el diablo que se sentó al lado mío, me fije que los ojitos chiquititos del Chino se iban muy seguido a la cara de uno de los locos que nos acompañaba, me pare en dos tiempo, boté mi vaso de copete a la tierra y me fui a la carpa, me imagino que nadie habrá entendido nada, el Chino no me siguió.

Intenté quedarme dormido pero me sentía mas weon, llevaba meses cuidándome, analizando cada detalle, cada palabra, todo pa no espantarlo y ahora me comportaba como el peor de los cabros chicos, que más se puede pedir señor, 16 años, manitos de hacha, lo estaba echando a perder todo, a las horas el Chino entró a la carpa, raja de curao, me apretó la cara fuerte, me intentó dar un beso, me solté y le pegué un codazo, era una maraña de forcejeo, ni una palabra, cada uno pa su lado, a las 10 de la mañana el sol tenía la carpa echa un horno, con dos diablos enojados adentro se parecía más al infierno, salimos sofocados, corrimos la carpa donde daba la sombra, nos miramos fijo y sin darnos los buenos días volvimos a entrar, me saco rápido la ropa, con más rabia, nos daba lo mismo que estuvieran las carpas de los otros locos cerca, le tiraba el pantalón y no se quería desabrochar, me mordía el cuello, le termine rompiendo su cadenita de plata, la tiré con rabia, me apretaba las piernas, yo le pasaba la lengua por la oreja, reconciliación divina, dios en la tierra, los ángeles tirando challas, entre que gritábamos y gemíamos la cosa iba de pelea a casamiento, de nuevo nadie entendía nada, habrán salido volando lejos todos los pájaros de tanto aullido que pegábamos, hasta el rio se debe haber parado a copuchar, cuando terminamos nos quedamos pegados mirando la tela de la carpa, como se movía el árbol con el viento, ¿Tabai mirando al loquito ese cierto, te gustó?, le dije bajito, con susto, no quería acusarlo de un delito que no estaba seguro si había cometido, No Camilo, no me gustó el loquito, lo miraba harto porque se parece un poco a mi hermano que está preso, no le creí nada, pero después de esa mañana en los cielos ya no me interesaba, en la noche mientras tomábamos en la fogata los locos nos preguntaron si éramos pareja, me quede mudo, yo iba a responder que sí, nunca habíamos hablado con el Chino sobre que éramos, no me interesaba a mi ponerle nombre tampoco a la cosa, nos queríamos y eso era suficiente pa mí, lo veía seguido, eso era suficiente pa mí, podía darle besos, podía meterle la mano debajo de la polera, podía rozarle la nariz por el pecho, eso era suficiente pa mí, el Chino se tomó un sorbo de copete y respondió, Si, estamos andando, los locos se limitaron a decirnos “buena, piola”, ni una wea más, algo había roto el Chino, dentro suyo había una pelea, una guerra, algún vidrio se había quebrado, el Chino que iba a bajar del Cajón del Maipo no iba a ser el mismo que conocí algún día en la sala del colegio.

En la micro de vuelta a San Bernardo ese día domingo el Chino no hablaba, tenía la mirada clavada a la ventana de la micro, yo escuchaba música y le miraba las manos, le iba rozando la pierna con mis dedos, no se movía, estatua de piedra, nos bajamos de la micro y se despidió, sin mirarme a la cara, ¿Chino oye, era cierto eso, estamos andando enserio?, se quedó mirándome el poleron y estiró la mano pa volver a despedirse, chocamos puños y se fue, no tuve respuesta, me estaban pinchando el culo con un tenedor, no le hable en toda la semana, no quise ni siquiera abrir el feisbuk, sabía lo que iba a pasar, iba a empezar a ver sus fotos y me iban a entrar más las ganas de pegarle su charchazo, ¿Por qué conchetumadre será así?, a veces decía justo lo que esperaba que saliera de su boca, a veces no decía nada, a veces era el mismo cabro chico pelusa que webiaba al fondo de la sala, a veces era un estoico guerrero con la mirada perdida entre los cerros, nadie podía descifrar esas miradas, quería correr a su casa a preguntarle si me amaba o si era un jueguito de cabros chicos, tenía que amarrarme a la cama pa no salir corriendo a su casa, un día viernes como a las 6 de la tarde estaba sentado tomando té, cambiaba los canales de la tele, muchos colegios seguían en toma, otros estaban en clases terminando el año, a mediados de enero, las universidades en la misma, otros cientos habían perdido el año, mi mamá ya me había dicho que me fuera buscando otro colegio, empecé a ver a donde me iba a cambiar, mis notas eran paliduchas, tristes números pegados a un papel, lenguaje 4,5, matemáticas un 3,9, me salvaban otras cosas, Historia un 5,4, no me iban a recibir en ni un lado con esas notas, por lo menos había pasado a tercero medio, el Chino igual, arrastrando los codos por el patio del colegio los dos, pero pasamos, de a poco se iban escuchando otros gritos, ¡fuerza Mapuche! ¡fuera Alto Maipo! ¡fuera Monsanto!, la gente empezaba a salir a la calle por más cosas, de forma tímida al principio, a veces con fuerza descomunal, a veces bailando, a veces peliando a palos, mientras yo me preguntaba que hacia ahí tomando té en la casa, aunque me hinchaban las weas muchas cosas en general, ¿de adonde salió eso de tener que pedirle permiso al estado pa poder criticarlo?, es como que yo le pidiera a usted permiso para entrar a su casa y me sentara en una esquina a gritarle ¡que feas tus cortinas, que feas tus cortinas!, se me ponía roja la cara de ira cuando veía a los dirigentes entrando en la intendencia a pedir permiso pa hacer una marcha, ¿de adonde salió esa weá?, por algo no nos tomaban enserio, por algo se han demorado tanto en tomarnos en cuenta, fuera de la poesía de los lienzos, fuera de la creatividad de los jóvenes, las cosas iban entre batucada, besatón, zombis, faltaban las alianzas y la cosa se volvía un día del alumno en el patio del colegio, claro que los camotes aparecían como flores silvestres y hundían el latón verde de los furgones de pacos, las caras tapadas con poleras no flaqueaban, los oficinistas gritaban desde arriba, en sus torres, desde los cielos, ¡vayan a estudiar delincuentes!, los otros sudaban y lloraban el picor de las lacrimógenas abajo en el pantano, ¡a la calle los mirones!, empecé a ir a reuniones de una Coordinadora de Estudiantes del sector sur de Santiago, eran casi puros secundarios, hablaban mucho de cómo se venía ese año, de como muchos íbamos a entrar en Marzo y teníamos que organizarnos, buscábamos soluciones pa los que no tenían colegio aun, los que estaban con problemas, con expulsiones arbitrarias, hablábamos de todo, ese día viernes como a las 6 sonó una bocina afuera de la casa, era él arriba de un auto plomo, un Nissan v16 plomo, deje la tele prendida, él te a medio tomar encima de la mesa, cerré con llave y me subí al auto, nos saludamos como dos buenos amigos, Camilo perdón weon por no haber aparecido en todos estos días, andaba haciendo unos trámites, giró el manubrio y salimos a la avenida, se metió por el Mariscal, no entendía a dónde íbamos, le preguntaba pero no quería responder, tenía una cara media melancólica, pero me sonreía, me miraba tierno, me pasaba la mano por la cara, como acariciando un perrito, ¿ y este auto de quién es? preguntaba yo, de un tío respondía el, ¿y queris sacar licencia? cacha que un amigo tiene mano pa sacar la licencia, cobra como 30 lucas parece, así me fui todo el camino preguntándole puras tonteras pa no darle espacio a su silencio recurrente, llegamos a unos potreros, había como una construcción abandonada llena de grafitis y cachureos, unos neumáticos y latas oxidadas, se estacionó y sacó un porro, yo lo miraba con cara de Jesús perdonando los pecados, tenía ese síndrome, lo odiaba la semana entera, le deseaba mil maldiciones, pero cuando volvía sin avisar con más colonia en el cuerpo que de costumbre lo perdonaba altiro, no tenía ni que decirme, se aprovechaba de ese juego, ni recuerdos habían de la declaración en el Cajón, ni de que en casi una semana no me había dejado ni una carita en el chat de feisbuk, lo abracé fuerte, el sol estaba a medio morir, el auto reflejaba las lucecitas, unos perros vagos jugaban a la pelota a lo lejos, hablamos de cualquier lesera, le conté de que estaba buscando colegio, me dio un beso fuerte, me tiró para atrás, con la pierna apretaba la bocina de repente, nunca habíamos culiado adentro de un auto, pa cuando estábamos listos ya se había hecho de noche, nos fuimos porque se ponía peligroso después, pa que decir lo feliz que estaba de haber pasado la tarde con él, antes de doblar en dirección a mi casa tiró la bomba, me dio el escopetazo en el pecho, Camilo me voy a ir al servicio, ya tengo casi todo listo, la otra semana me voy.

3 comentarios:

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  2. historia qla buena, el contexto que la enmarca y la narracion de los hechos de ese año son demasiado buenas, fiel reflejo de la precariedad de los establecimientos municipales y de lo importante que ha sido el movimiento... importante y real. Y todo esto dando paso a semejante historia. No la leo de caliente wm, la leo porque está buenísima la historia.

    Jota el loquillo

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